10 de junio de 2010

Pío XII: Defensor de Roma y de la Civilización Cristiana




En "Il Messaggero" se publica carta del Papa a Roosevelt


La gran preocupación de Pío XII


"Italia se halla completamente encadenada, sin los medios necesarios para defenderse”: así escribía Pío XII al presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt el 30 de agosto de 1943, después de las trágicas semanas que siguieron al bombardeo de Roma. Era una carta de tono suplicante en defensa de roma y de Italia, a fin de que se les ahorrase nuevos lutos a las ciudades, a la población civil, a los monumentos, a las iglesias. El documento, hasta hoy inédito, se conservaba en el archivo de los Caballeros de Colón. Lo publica en primera plana Il Messaggero del 9 de junio de 2010 junto con un extenso artículo de Franca Giansoldati.

Una Roma librada de los bombardeos fue el primer afán de Pío XII desde el día de la entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial, como queda demostrado por una nota ex audientia de monseñor Giovanni Battista Montini, con fecha del 10 de agosto de 1940. En ella figura la recomendación a los representantes diplomáticos de Francia e Inglaterra de que transmitan a sus respectivos gobiernos la exhortación a “querer respetar Roma en caso de guerra”. Pero del 19 de julio de 1943 al 4 de junio de 1944 Roma fue atacada 51 veces, muriendo más de tres mil personas y resultando heridas otras once mil.


(©L'Osservatore Romano, 10 de junio de 2010)



Pio XII escribió a Roosevelt:

“¡Basta de bombas sobre Roma!”


por Franca Giansoldati


Una carta de 1943 se exhibe en los Museos Capitolinos


Verano de 1943: periodo negrísimo para Italia, quizás el más trágico de todo el segundo conflicto mundial. Pio XII, en una carta que quedó celosamente guardada en un archivo, escribió al presidente Roosevelt, haciéndole presente que Italia se encontraba “completamente encadenada, sin los medios necesarios para defenderse”. Tras ello un llamado a salvar a los civiles, las iglesias y las instituciones religiosas, las únicas que todavía estaban en posición de ayudar a la gente. Los acontecimientos se sucedían en cadena. Primero, el desembarco de los Aliados en Sicilia; después, los bombardeos sobre Roma; más tarde, el 25 de julio, el Gran Consejo, que lograba por fin reunirse al cabo de cuatro años, destituía a Mussolini y confiaba al Rey “la toma del mando efectivo de las Fuerzas Armadas”. La Capital se encontraba bajo estado de choc como consecuencia de la acción de 200 cazabombarderos sobre algunos barrios romanos: Tiburtino, San Lorenzo, Labicano, Prenestino. El balance es muy difícil de soportar: tres mil muertos y once mil heridos. Poco después, también Turín y Milán comenzarán a ser atacadas, sin que se libre ningún blanco: iglesias, edificios públicos, hospitales, universidades, cementerios, fábricas, barrios populares enteros… Era el caos. Una ola de fuego y terror. La gente huía enloquecida al campo en busca de refugio. Un clima verdaderamente opresivo.

En este cuadro de devastación, Pío XII tomó papel y pluma para dirigir personalmente un llamado a los Estados Unidos: pedía que se ahorrara a Roma ulteriores bombardeos, evitando, además, atacar las estructuras eclesiásticas, las únicas que continuaban dando asistencia a la población.

La carta de Pacelli, considerada de gran importancia histórica, acabó quedando celosamente guardada en el archivo de los Caballeros de Colón, importante institución católica norteamericana, presente en Italia desde 1920 por voluntad de Benedicto XV. La sede romana de los Caballeros de Colón desempeñó un papel crucial –aún no estudiado– en el frente diplomático durante la guerra, colmando el vacío entre la Santa Sede y los Estados Unidos, por entonces sin relaciones a nivel de embajadores [el presidente Roosevelt tenía un enviado personal ante el Papa: el industrial y diplomático Myron Taylor, n. del t.]. Quien tejió pacientemente el sutil hilo de las relaciones entre ambos fue el conde Enrico Galeazzi, hombre de confianza del Pontífice, del cual Pío XII se sirvió para hacer llegar a la Casa Blanca sus mensajes personales.



El 30 de agosto de 1943, a cuatro días de la firma del Armisticio de Cassibile (hecho público el 8 de septiembre), partió del Palacio Apostólico la carta, que contenía un desalentador análisis del estado en el que se hallaba Italia e incluía un angustioso llamado:

«Excelencia, los acontecimientos recientes han focalizado, como es natural, la atención del mundo sobre Italia y mucho –demasiado– se ha dicho y escrito sobre la política que debería o podría observar el país en interés suyo. Tememos que se haya dado por descontado que el país es completamente libre de seguir la política de su elección. Nos deseamos expresar a Vuestra Excelencia que es Nuestra convicción que esto está muy lejos de la realidad. Del deseo de paz y de su realización a través de la conclusión de la guerra no nutrimos ninguna duda, pero en presencia de fuerzas excepcionales que se oponen a dicha realización o incluso a la oficialización de tal deseo, Italia se halla completamente encadenada, sin los medios necesarios para defenderse.

«Si en estas circunstancias Italia se viera obligada todavía a soportar ataques devastadores contra los que está prácticamente indefensa, Nos deseamos y rogamos que los jefes militares hagan lo posible por librar a los civiles inocentes y, en modo particular, las iglesias e instituciones religiosas, de los desastres de la guerra. Precisamente debemos hacer constar, con profundo dolor y pesar, las imágenes tan elocuentes de las ruinas de las ciudades italianas más importantes y pobladas. Sin embargo, el mensaje reconfortante dirigido a Nos por Vuestra Excelencia, alimenta Nuestra esperanza de que –incluso frente a las experiencias más amargas– las iglesias y las casas construidas por la caridad cristiana para los pobres, los enfermos y los abandonados del rebaño de Cristo, puedan sobrevivir a los terribles ataques. Quiera Dios en su piedad, amor y misericordia escuchar el llanto universal de Sus hijos y hacerles oír la voz de Cristo que grita ¡”Paz!”

«Nos complace aprovechar esta ocasión para renovar Nuestros sinceros respetos a Vuestra Excelencia.

«Vaticano, 30 de agosto de 1943».

El precioso documento –proveniente del archivo de la sede de los Caballeros de Colón en Nueva Jersey- se encuentra expuesto, junto a otros documentos inéditos, fotografías de época y piezas, en una grande exhibición –la primera en su género– sobre los 90 años de la presencia en Roma de los Caballeros de Colón. Dispuesta en los museos Capitolinos, la muestra se compone de seis secciones y recorre la historia de la larga relación de amistad entre la Capital y esta orden caballeresca fundada en Connecticut en 1882 por el venerable P. Michael McGivney (foto abajo), con el objeto de asistir a sus miembros según los principios de la caridad, unidad y fraternidad. El cardenal secretario de Estado Bertone, el alcalde Alemanno, el Caballero Supremo Carl Anderson y Jim Nicholson, ex embajador estadounidense ante la Santa Sede (autor de un reciente libro sobre las relaciones de su país y el Vaticano con el título Usa e Santa Sede, la lunga strada), serán quienes inauguren la exposición este mediodía.


(©Il Messaggero, 9 de junio de 2010)


3 comentarios:

pio dijo...

Lástima que en aquel bombadeo no dañara al títere de Hitler, el papa Pio XII.

De seguro estaba bien escondido, por las bombas y por su conciencia inmunda.

francisco rubior dijo...

Que bueno que haya un blog que defienda y de aonocer la verdad y los grandes logros de pio XII, y usted tal "pio" como llama titere a Pio XII si de el decian que era el mayor enemigo de Hitler porfavor lea mas.

chic Gucci shirts dijo...

nice!