26 de enero de 2009

ORBIS CATHOLICVS, blog devoto de Pío XII



ORBIS CATHOLICVS es el excelente blog de un buen amigo del SIPA: John Sonnen, estudiante germano-americano residente en la Ciudad Eterna. Aparte de haberse hecho en varias ocasiones eco de nuestras iniciativas, ORBIS CATHOLICVS publica constantemente entradas relativas a Pío XII, que constituyen un magnífico archivo documental y fotográfico que vale la pena repasar. Agradeciendo a John su inestimable apoyo, animamos a nuestros lectores a visitar su blog: vale la pena. Entretanto, ofrecemos a continuación los vínculos de las entradas sobre el gran papa Pacelli.

http://orbiscatholicus.blogspot.com/2009/01/chasuble-and-alb-of-pope-pius-xii.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2009/01/shoes-and-alb-of-pope-pius-xii.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2009/01/pope-st-pius-xii-sainthood-now.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2009/01/bedroom-of-pius-xii-as-it-looks-today.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2009/01/pius-xii-wartime-hero.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2009/01/pio-xii-santo-subito.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2009/01/pio-xii-santo-subito-pius-xii-saint.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2009/01/from-rome-in-honor-of-pius-xii.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2009/01/pius-xii-on-holiday-in-onano-near-rome.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2009/01/palazzo-pacelli.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/12/pio-xii-santo-subito_21.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/12/catholic-culture-lives-stamp.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/12/magnificent-pius-xii-exhibit.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/12/cardinal-pacelli-in-south-america.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/12/pio-xii-santo-subito.html
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http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/12/onano-in-footsteps-of-pius-xii.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/12/lost-customs-papal-portraits.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-exhibit-at-vatican_26.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/francesco-pacelli-dna-of-pius-xii.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-rome-conference-papal-audience_22.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-rome-conference-papal-audience.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-stole-pattern-in-his-honor.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/writings-of-pius-xii-republish-them.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/tomb-of-pius-xii-bring-back-altar.html
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http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-exhibit-at-vatican_629.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-exhibit-at-vatican_1475.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-exhibit-at-vatican_11.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-exhibit-at-vatican_6998.html
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http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-exhibit-at-vatican_10.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-exhibit-at-vatican.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-conference-in-rome_7320.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-conference-in-rome_8729.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-conference-in-rome_10.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-conference-in-rome_5750.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-conference-in-rome_3720.html
http://orbiscatholicus.blogspot.com/2008/11/pius-xii-conference-in-rome_09.html
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24 de enero de 2009

Recordando a un gran obispo pacelliano...



El presente es un sencillo pero sincero homenaje que, en la feliz circunstancia del magnánimo gesto del Santo Padre Benedicto XVI a favor de los obispos de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, queremos hacer desde el SIPA a su fundador monseñor Marcel-François Lefebvre, C.S.Sp. (1905-1991), que fuera promovido vicario apostólico de Dakar (entonces capital del África Occidental Francesa) y preconizado obispo en 1947 por la Santidad de Pío XII. Un año más tarde, el Papa lo nombraba Delegado Apostólico en Senegal, elevándolo a la dignidad de arzobispo. En fin, en 1955 le confió la recién creada sede metropolitana de Dakar, que, gracias a su infatigable labor misionera, se había convertido en el centro más importante del catolicismo del África francófona.

Monseñor Lefebvre tuvo una estrecha sintonía con Pío XII, a quien admiraba y de quien recibió no pocas muestras de deferencia. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que su obra en el continente negro fue el mejor ejemplo de lo que Pío XII propuso en su encíclica Fidei donum (1957). El clero autóctono formado por él, tanto en Gabón (donde inició su vida misional) como en Senegal, ha sido ejemplar y tuvo grandes exponentes en prelados como el cardenal Hyacinthe Thiandoum (su sucesor como arzobispo de Dakar) y los obispos François Ndong (de Oyem) y Félicien Makouaka (de Franceville). El purpurado senegalés no sólo conservó un gran afecto hacia Monseñor Lefebvre, sino que, desde su privilegiada posición como miembro del Sacro Colegio, lo defendió con lealtad filial en los años difíciles y honró su memoria después de su muerte.

Recordamos, pues, con emoción a quien sin duda será considerado (cuando el tiempo haya cerrado completamente las heridas y apagado los apasionamientos) como un gran obispo de la era pacelliana.

23 de enero de 2009

El Papa del cine en el cine

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Los Papas, contrariamente a cuanto sostiene cierta gente ignara de Historia e imbuida de prejuicios anticatólicos, no han sido en modo alguno enemigos del progreso. Sólo por citar pocos ejemplos: Gregorio XIII hizo construir en 1578 la Torre dei Venti (hoy Specola Vaticana), uno de los más antiguos e importantes observatorios astronómicos del mundo; Clemente VIII aprobó en 1603 la fundación de la Accademia dei Lincei (hoy Pontificia Academia de las Ciencias), la decana de todas las instituciones del género; el beato Pío IX fue uno de los primeros soberanos en tender líneas férreas en sus dominios (desde su elección en 1846); Pío XI, en fin, hizo instalar por el propio Marconi una potente emisora de radio en el Vaticano en 1931.

No es extraño, pues, que Pío XII, siguiendo en la misma línea que sus predecesores, fuera un pontífice especialmente atento a los últimos avances de la ciencia y la tecnología. Como se sabe, preparaba meticulosamente sus alocuciones y discursos y los auditorios del más alto nivel y preparación quedaban asombrados al comprobar que el Santo Padre se hallaba al día en las materias más diversas. Consciente de la importancia de los medios de comunicación, dedicó nada menos que una encíclica al mundo del cine, la radio y la televisión: la Miranda prorsus de 8 de septiembre de 1957. El mismo Pío XII fue un codiciado objetivo de las cámaras y las dejó entrar en el Vaticano, pensando que la imagen podía ser un extraordinario vehículo de apostolado.

Pero Eugenio Pacelli también ha sido tema para el cine: directa e indirectamente. Fue personalmente protagonista en dos películas documentales de los años cuarenta y aparece interpretado por actores o se le sugiere en otras posteriores a su muerte, siempre sobre el tema de la persecución nazista contra los judíos. Falta, empero, un gran documental o un biopic sobre Pío XII. ¡Con la cantidad de material acumulado en la Filmoteca Vaticana y en muchos otros archivos! El personaje es, además, del máximo interés y actualidad. Desgraciadamente, hay muy pocas producciones y todas para la televisión, entre ellas Le dossiers secrets du Vatican: Pie XII (parte de una serie documental titulada Les Papes et le pouvoir) y Pio XII il Principe di Dio, emitida por la RAI el 29 de diciembre de 2006. No puede decirse que sean el colmo de la objetividad.

Pio XII il Principe di Dio, por ejemplo, es un film que tuvo como asesor en Historia a Alberto Melloni (conocido por su poca o ninguna simpatía hacia el papa Pacelli) y fue anunciado en la página oficial de Raitre mediante un artículo en el que entre otras cosas se afirmaba: “Non aveva la disarmante mitezza di papa Giovanni, non la sofferta modernità di Paolo VI, non il fuggevole sorriso di Albino Luciani, non la rocciosa fede del papa polacco” (No tenía la desarmante mansedumbre del papa Juan, ni la sufrida modernidad de Pablo VI, ni la sonrisa fugitiva de Albino Luciani, ni la pétrea fe del papa polaco”), juicio falso, ya que Pío XII fue a su modo manso, moderno, afable y de una fe a toda prueba. Con tal exordio no puede esperarse ciertamente un panegírico… Cabría recordar las palabras del propio pontífice cuando en la antes citada encíclica de 1957 decía: “Servir a la verdad significa no solamente apartarse de la falsedad y del engaño, sino evitar también aquellas actitudes tendenciosas y parciales que podrían fomentar en el público conceptos erróneos de la vida y del comportamiento de los hombres”.

Pasemos revista a las producciones cinematográficas relacionadas más o menos con Pío XII, las cuales consignamos por estricto orden cronológico.

En primer lugar tenemos Cavalcade of Faith (1941), documental cinematográfico escrito y dirigido por el norteamericano Allyn Butterfield y en el que aparece la vida cotidiana en el Vaticano de Pío XI y un novel Pío XII. No existen actualmente copias en comercio de esta notable producción.

De 1942 data Pastor Angelicus, película dirigida por Romolo Marcellini en ocasión del jubileo argénteo episcopal de Pío XII. Se trata de un testimonio de primer orden que ilustra los primeros y difíciles años del pontificado pacelliano. Tuvo en su momento amplia distribución en los circuitos de salas cinematográficas de varios países. Existe una edición limitada en VHS que hizo la Filmoteca Vaticana hace algunos años (cuando se hallaba bajo la dirección de monseñor Enric Planas), pero actualmente se halla descatalogada. Las pocas copias existentes sirven para la proyección en salas de ensayo o particulares, como la que tuvo lugar con bastante éxito en octubre del año pasado, en el auditorio de las Maestras Pías Filippini de Roma, como parte de las conmemoraciones del cincuentenario pacelliano. El SIPA organiza periódicamente proyecciones en España (en Barcelona se hizo con la colaboración de la excelente organización Cinemanet (http://www.cinemanet.info/).

Conspiracy of Hearts (Las conspiradoras) es el título de una excelente película de 1960, dirigida por Ralph Thomas, que narra las vicisitudes de una comunidad de monjas en el norte de Italia, que se dedican a rescatar niños judíos huérfanos que se hallan prisioneros en un campo de concentración vecino para enviarlos a Palestina. La abadesa, interpretada por la extraordinaria Lilli Palmer, se encara al comandante nazi del campo y contagia su valentía hasta a la monja más remisa. La historia es conmovedora sin caer en el sentimentalismo y muestra crudamente la dureza de las circunstancias. Al inicio de la película, mientras el narrador introduce la acción que se va a desarrollar, aparecen imágenes de Pío XII mientras acude a consolar a los damnificados de uno de los bombardeos de la Ciudad Eterna en 1943, dando claramente a entender que la Iglesia Católica, desde el Papa hasta la más humilde religiosa, estuvo del lado de los perseguidos y los atribulados. El gran valor de Conspiracy of Hearts reside en el hecho de que muestra lo que pensaba espontáneamente la opinión pública, antes de la polémica suscitada por Die Stellvertreter (El Vicario), sobre el papel desempeñado por Eugenio Pacelli durante la Segunda Guerra Mundial: el de auxilio eficaz, comprometido y desinteresado de sus víctimas, sin ninguna discriminación ni acepción de personas.

Diez años después del estreno de la pieza de Hochhuth, es decir en 1973, tuvo lugar el de la película Rappresaglia (Muerte en Roma) de Georges P. Cosmatos sobre libreto de éste y de Robert Katz (en cuyo libro Death in Rome estaba basado) y producida por Carlo Ponti. La trama gira en torno al conocido episodio de la masacre de las Fosas Ardeatinas, donde 335 civiles italianos fueron fusilados por orden de la Gestapo en represalia por el atentado cometido por los partisanos el día anterior en via Rasella y que costó la vida inicialmente a 33 militares alemanes (11 más murieron en los días sucesivos). Pío XII es considerado en el film (que contaba con el atractivo de grandes actores como Richard Burton y Marcello Mastroianni en los papeles protagónicos) como culpable, por omisión, de este crimen de guerra. Se le presenta como si hubiera sido advertido con antelación de lo que iba a ocurrir y hubiera permanecido intencionalmente pasivo, lo cual no se corresponde en modo alguno con la verdad histórica (según ha demostrado el estudioso y jurista italiano Giorgio Angelozzi Gariboldi. La sobrina del difunto pontífice Elena Rossignani (hija de su hermana Elisabetta) llevó a juicio tanto a Katz como a Ponti por difamación de la memoria de su tío, ganando el proceso, pero el daño ya estaba hecho y Rappresaglia contribuyó no poco a deteriorar la reputación del calumniado Pío XII.

En contrapartida, en 1983 se estrenó en la gran pantalla The Scarlet and the Black (Escarlata y Negro) de Jerry London, con un reparto de lujo encabezado por Gregory Peck y Christopher Plummer y con John Gielgud en el papel de Pío XII. Aunque el Papa aparecía por momentos algo dubitativo hay que decir que, por lo general, su personaje es bien tratado y de ningún modo se podría deducir de su actitud que tuviera simpatía alguna por los nazis: todo lo contrario. La película trata sobre los esfuerzos de un personaje rigurosamente histórico, monseñor Hugo O’Flaherty (1898-1963), sacerdote irlandés que salvó a más de cuatro mil personas (entre judíos y soldados aliados) de caer en manos de los alemanes ocupantes de Roma. Se le conoció como el Pimpinela Escarlata del Vaticano (a semejanza del popular personaje de ficción que salvaba a las víctimas de la Revolución Francesa, creado por la baronesa de Orczy). Aspecto interesante de esta cinta es que plantea que Pío XII estaba al corriente de la acción benéfica y humanitaria de los católicos de Roma a favor de los proscritos, lo que refuta la teoría de que ésta se llevó a cabo a sus espaldas y sin su aprobación. Recuérdese a este propósito lo que dijo el cardenal Palazzini al ser distinguido como Justo entre las naciones por el Yad Vashem: que todo cuanto hizo a favor de los judíos perseguidos fue siguiendo las directivas del papa Pacelli.

El siguiente título es, con mucho, el más polémico: Amen (Amén) de Constantin Costa-Gavras, el cual, en 2002 (a casi cuarenta años de la première teatral de El Vicario en Berlín) quiso llevar al celuloide la historia contada por Rolf Hochhuth. De por sí la pieza del alemán es ya insidiosa; el film del director griego (conocido por su militancia comunista y por su concepción del cine como propaganda y negocio al mismo tiempo) es aún más incisivo y llega a hacer repulsivamente odiosa la figura de Pío XII. El tema de las connivencias nazis del Papa creado por Hochhuth lo había relanzado con fuerza John Cornwell en 1999, mediante la publicación de su libro Hitler’s Pope (El Papa de Hitler). La película de Costa-Gavras (maniquea y no exenta de tintes muy melodramáticos) venía a situarse como el pendant más adecuado al título de Cornwell. No se insistirá bastante en que tanto El Vicario como su hija Amen son simplemente obras de ficción, cuyo plan es fruto de la fantasía de Hochhuth. Pero Talía y Melpómene tienen mayor predicamento que Clío ante el público.

Otras producciones en las que incidentalmente se trata sobre la actitud de Pío XII ante los crímenes nazis son: The Thorn Birds: The Missing Years (El pájaro espino: los años perdidos) y Der neunte Tag (El noveno día). La primera es de 1996 y comienza narrando las andanzas del P. Ralph de Bricassart en la Roma ocupada de 1943, dedicado a librar a judíos de caer en manos de los nazis (lo que obviamente no podría hacer sin el conocimiento de su protector el cardenal Vittorio y del propio Papa). La segunda es de 2004 y es un hondo drama psicológico basado en hechos reales, que gira en torno al dilema de un sacerdote luxemburgués, Jean Bernard, el cual es liberado del campo de concentración de Dachau durante nueve días, plazo que tiene para convencer a su obispo de colaborar con el nazismo y escribir a Pío XII para que se incline a favor de Hitler. En 2005 se estrenó Sophie Scholl: Die letzten Tage (Sophie Scholl: Los últimos días) de Marc Rothemund, película no directamente relacionada con Pío XII, pero que constituye una valiosa contribución al conocimiento de la resistencia de los cristianos (y, en particular, de los católicos) al régimen nazi. Recientemente dio pie a un interesante coloquio en Madrid sobre el tema de os "silencios" de Pío XII, organizado por la ya citata Cinemanet.


22 de enero de 2009

La cofundadora de los Kikos: ¡Pío XII santo!






Carmen Hernández, cofundadora con Kiko Argüello, del movimiento neo-catecumenal se ha declarado entusiasta partidaria de la canonización de Pío XII. Ha sido el 10 de enero pasado en la basílica de San Pedro, donde miles de kikos se reunieron con el papa Benedicto XVI para celebrar el 40º aniversario de la fundación de esta corriente espiritual. Aunque los motivos por los que Carmen Hernández pide que el papa Pacelli sea elevado a la gloria de los altares son muy matizables (habría que aclarar que el Vaticano II, en el texto, es fiel reflejo en muchos aspectos del magisterio de Pío XII; no así la realización concreta de varias reformas postconciliares), es destacable, de todos modos, el hecho de esta toma de posición tan clara.

He aquí las palabras de Carmen Hernández tal como las hemos transcrito de la filmación del encuentro con el Santo Padre:

“Mi gratitud va […]: Al papa Pío XII, que con coraje profético, renovó la Vigilia Pascual, poniendo los fundamentos al despertar litúrgico de la Iglesia. [Santo] Padre: me ha gustado mucho todo lo que Usted ha dicho en el 50 aniversario de su muerte, porque, aunque yo he conocido a Pío XII, muchos de los que están aquí no. Y ha sido verdaderamente fantástico todo lo que Usted ha dicho, de cómo fue un precursor del concilio Vaticano II y cómo preparó todo de una manera impresionante, que hay que luchar verdaderamente para que sea canonizado”.





18 de enero de 2009

Ecos romanos del cincuentenario de Pío XII



El Año Pacelliano 2008 se cerró con dos eventos de los cuales queremos hacernos eco mediante estas líneas: la misa solemne presidida el 23 de noviembre por el R. P. Edoardo Cerrato, procurador general y prepósito de la congregación romana del Oratorio, en la Chiesa Nuova (Santa Maria in Vallicella) de Roma, y la misa pontifical presidida el 21 de diciembre por el cardenal Tarsicio Bertone, secretario de Estado de Su Santidad, en la concatedral de Montefiascone (provincia de Viterbo).

Eugenio Pacelli nació a dos pasos de la histórica iglesia de los oratorianos (donde reposan, por cierto, los restos de su fundador, el gran san Felipe Neri): el Palazzo Capponi-Pediconi (número 34 de la Via degli Orsini), justo enfrente de la Torre dell’Orologio, que campea en la parte posterior del Palazzo dei Filippini (la antigua residencia de los religiosos, expoliada en 1870 por el Risorgimento) y ostenta una hermosísima edicola (capillita) de la Virgen con el Niño realizada por Borromini sobre diseño de Pietro da Cortona. A esta imagen sacra sin duda dirigirían los Pacelli piadosos saludos, como era costumbre entre los romanos. Aunque la familia se trasladó más tarde a otro domicilio, no dejaron la vecindad de la Chiesa Nuova, por lo que fue éste el templo que Eugenio Maria Pacelli frecuentó durante su niñez y donde aprendió a servir la misa. Más tarde, ya sacerdote, ejerció allí mismo su ministerio mediante la celebración del santo sacrificio y la confesión. Su paso por esta iglesia ha quedado registrado en los libros de la sacristía y en la nave, donde puede admirarse el confesionario donde impartía el sacramento de la penitencia. Una lápida conmemora también el jubileo argénteo del episcopado del ya Pío XII, el 13 de mayo de 1942.

El domingo en que se conmemora según el calendario del rito romano ordinario la solemnidad de Cristo Rey, que cayó el 23 de noviembre en 2008, la congregación del Oratorio quiso honrar a Pío XII en el lugar mismo donde había dado sus primeros pasos de vida cristiana y donde había ofrecido las primicias de su sacerdocio, como una manera de unirse a la conmemoración universal del cincuentenario del pío tránsito del papa Pacelli. La misa solemne concelebrada fue retransmitida por la RAI y fue muy concurrida. Entre los asistentes se contaron no pocas personas –que vivieron la Segunda Guerra Mundial– deseosas de testimoniar con su presencia la gratitud hacia el pontífice que salvó Roma, alejando de ella la furia bélica de los contendientes y compartiendo personalmente los sufrimientos de los romanos en las dos ocasiones en que la intangibilidad de la Ciudad Eterna fue cobardemente violada, lo que le valió el merecidísimo título de Defensor Ciuitatis.

A continuación copiamos la parte de la homilía del R.P. Cerrato dedicada a Pío XII:

"Es hermoso, hermanos y hermanas, evocar con la mente y el corazón en este día la estupenda realidad de la fe cristiana en el recuerdo de un gran testigo que hace cincuenta años volvía a la Casa del Padre: el Pontífice Romano Pío XII, el cual precisamente en la festividad de Cristo Rey del año 1939 (en que fuera elegido), dirigía a la Iglesia la Summi Pontificatus, su primera encíclica.

"Trazando las líneas fundamentales de su pontificado, recordaba, ya desde las primeras palabras, que el inicio de su servicio como sucesor de Pedro coincidía con el cuadragésimo aniversario de la decisión de León XIII de consagrar la humanidad a Cristo Redentor, en la inminencia de aquel siglo XX que muchos saludaban con entusiasmo como un siglo de progreso y felicidad sin límites y que, en cambio, habría de conocer los horrores de dos guerras mundiales y sus terribles tragedias. León XIII, con aquella consagración, quería renovar solemnemente la profunda y convencida adhesión de la Iglesia a Cristo su Señor, a fin de que la humanidad entera fuese inundada por el río de gracia que brota de la presencia viva de Cristo en la Historia. Pío XII recordaba que la consagración se cumplía
“justo por el tiempo –escribe– por el que, apenas ordenado sacerdote, habíamos podido recitar: Introibo ad altare Dei”.

"Eugenio Pacelli, en efecto, había sido ordenado, con sólo 23 años, el 2 de abril de 1899. La segunda misa la celebraría aquí, en el altar de san Felipe, en esta iglesia en la que se formó en el conocimiento del Evangelio y del catecismo, enamorándose del Sacrificio Eucarístico y de la vida litúrgica en el
Collegio Vallicelliano, el grupo de los monaguillos de la Chiesa Nuova, dirigido por el P. Giuseppe Lais. Incluso sobre la Cátedra de Pedro, no se olvidará del tiempo de su formación inicial, que lo marcó profundamente, como tampoco de un santo filipense de la Chiesa Nuova que fue su maestro por aquellos años: el siervo de Dios P. Giulio Castelli, de quien Pío XII evocaría conmovido, durante una audiencia “la figura alta, estilizada, siempre en actitud de recogimiento, toda humilde y con los ojos bajos”, esperando poder ser él mismo quien proclamara su santidad.

"Pocos días antes de morir, recibiendo en Castelgandolfo a los padres del Oratorio reunidos en congreso general, recordará afectuosamente su vínculo con la Chiesa Nuova:
“Desde los años de Nuestra juventud comenzamos a amar en modo especial vuestro instituto y en la iglesia que en esta amada Roma se halla confiada a vuestros cuidados, ejercitamos a favor de los fieles algunos servicios de Nuestro sacerdocio. Hoy, mientras Nos es dado veros en Nuestra presencia y hablaros con ánimo paternal, Nos parece como si aquel ministerio de singular caridad se renovara de alguna manera”.

"Cristo fue el centro de su vida sacerdotal y de su servicio a la Iglesia y a la humanidad. Lo expresará muchas veces, no sólo en los solemnes documentos de su magisterio, sino en las exhortaciones sencillas y familiares, como cuando afirmaba:
“Hoy es la hora de la dedicación completa a Jesús. Haced de Jesús vuestra vida; transfomaos en Él; haced que Él viva en el mundo, sirviéndose de vuestra vida” (23 de noviembre de 1952); “Estad unidos a Jesús que está en vosotros, vivo, operante, habitante. Identificaos con Jesús: Jesús que ora, Jesús que predica, Jesús que obra, Jesús que sufre” (5 de marzo de 1957).

"Es el programa ya delineado en la
Summi Pontificatus, en la cual escribía: “¿Y cómo podremos no aprovechar hoy con gozo la ocasión de hacer del culto a Cristo Rey de Reyes y Señor de los que dominan la plegaria de introito de este Nuestro Pontificado? […] Cristo es el alfa y el omega de Nuestro querer y de Nuestro esperar, de Nuestra enseñanza y Nuestra actividad, de Nuestra paciencia y de Nuestros sufrimientos, consagrados todos a la difusión del Reino de Cristo […] Pueda la inminente festividad de Cristo Rey, en la que os llegará esta Nuestra primera encíclica, ser un día de gracia y de profunda renovación y despertar en el espíritu del Reino de Cristo […] el único del que deriva la salvación del mundo”.

Misa en la Chiesa Nuova el 23.XI.2008


Por su parte, el 21 de diciembre, IV domínica de Adviento, Su Eminencia Reverendísima el cardenal Tarsicio Bertone, secretario de Estado de Su Santidad, se unió a la conmemoración del cincuentenario pacelliano mediante una misa pontifical solemne que tuvo lugar en la concatedral de Santa Margarita de Montefiascone. A la sagrada ceremonia asistió el duque don Diego de Vargas Machuca, en representación de S.A.R. don Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, duque de Calabria e Infante de España, titular de los derechos dinásticos del Reino de las Dos Sicilias y Gran Maestre de la Sagrada y Militar Orden Constantiniana de San Jorge, una de las más prestigiosas instituciones de caballería de la Cristiandad. Se ha de recordar que en 1913, el entonces monseñor Eugenio Pacelli fue admitido en la milicia constantiniana en calidad de caballero eclesiástico. El motivo de que la celebración tuviera lugar en esta amable ciudad de la provincia de Viterbo es su proximidad a Onano, localidad de la que es originaria la familia Pacelli.

En su homilía el cardenal secretario de Estado rechazó las imputaciones que se han venido lanzando contra Pío XII, en el sentido de que no habría querido hacer nada a favor de los judíos perseguidos por el nazismo, tópico desacreditado por los historiadores, pero alimentado por los libelistas y escritores y periodistas sensacionalistas. Copiamos algunos fragmentos más significados de la alocución del cardenal Bertone:

“Mientras, ayudados por la liturgia de hoy, contemplamos a la Virgen María, icono de la Iglesia peregrina en el tiempo hacia la nueva Jerusalén, llena de luz y de gozo, me uno de buena gana a vosotros al evocar a un gran enamorado de Nuestra Señora, el siervo de Dios Pío XII, casi en la clausura del cincuentenario de su muerte, el 9 de octubre de 1958. Me complace recordar aquí, en esta vuestra antigua y noble ciudad, desde siempre ligada por vínculos de afecto a los Papas y a la Iglesia, al Pastor Angelicus, al papa Pacelli, sincero amigo de la humanidad y fiel servidor de la Iglesia, al Papa de la Asunción cuyo dogma proclamó el 1º de noviembre de 1950. En la bula Munificentissimus Deus, apelando al testimonio de los antiguos Padres y Doctores de la Iglesia, puso en relieve a María como la nueva Eva, unida al nuevo Adán, Cristo, al cual Ella se halla asociada en todo. Por otra parte, en la encíclica Mystici Corporis, había ya subrayado el ligamen que vincula a María con la Iglesia, observando que fue María con sus eficacísimas plegarias la que imploró “que el Espíritu del Divino Salvador, ya derramado sobre la Cruz, fuese infundido en el día de Pentecostés con dones prodigiosos sobre la Iglesia nacida hacía poco”. "Ella tuvo para el Cuerpo Místico de Cristo, nacido del Corazón atravesado de nuestro Salvador –escribió Pío XII– la misma solicitud maternal y diligente caridad con la cual sustentó y nutrió con su leche al Niño Jesús”.

“La silenciosa presencia de María junto a José en el misterio de Navidad, tan plásticamente representada en la gruta de todo pesebre, es una invitación a todos nosotros para que acojamos con total apertura de ánimo a Jesús, que por amor se ha hecho nuestro hermano. Él viene a traer al mundo el don de la paz:
“sobre la tierra paz a los hombres que Él ama” (Lc 2, 14), anunciaron en coro los ángeles a los pastores. Sí, queridos hermanos y hermanas, don precioso de la Navidad es la paz, y Cristo es nuestra “verdadera paz”. Esta verdad la reafirmó en muchas circunstancias Pío XII, no cesando nunca de invocar la paz en los años tormentosos de su largo pontificado. ¿Cómo no evocar, por ejemplo, su apremiante radiomensaje de Navidad de 1942? En él indicó al mundo los cinco puntos esenciales para construir la paz sobre sólidos fundamentos de una nueva sociedad. Los cito: reconocimiento y tutela de la dignidad y de los derechos de la persona humana; centralidad de la familia, fundamento de la sociedad; dignidad del trabajo y salarios justos para cubrir las necesidades de los trabajadores y sus familias; seguridad jurídica mediante un justo ordenamiento jurídico; una concepción del Estado y del poder como servicio a la persona. Y de la paz no se limitó a proclamar sólo la necesidad con repetidos llamados, sino que quiso en modo concreto testimoniar su ansia por la paz con una bien conocida e intensa actividad caritativa en favor de las familias más golpeadas por los trágicos acontecimientos bélicos. Y cuando se desencadenó la persecución contra los Judíos, quiso impartir urgentes y precisas disposiciones a las instituciones católicas de Roma para que abriesen las puertas a hombres, mujeres y niños, incluso con riesgo de la vida, de modo que éstos pudieron salvarse gracias precisamente al coraje y la sensibilidad del Papa y de la Iglesia. Con justicia, pues, ha sido definido el papa Pacelli “Arquitecto de la Paz”: con la palabra y la acción indicó y testimonió los presupuestos y las bases para construir establemente una sociedad basada en la justicia, la fraternidad y una paz duradera, con pleno respeto de los derechos y de los deberes de todos.

“Vivimos tiempos difíciles y, por muchos conceptos, confusos; hoy hay necesidad de verdad y de justicia, de solidaridad y de paz. Muchos son los que invocan un mundo mejor, pero, ¿cómo construirlo si no sobre la base de un auténtico respeto de los derechos humanos? A sesenta años de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre no debemos cansarnos de reafirmar su universalidad e inalienabilidad. Ello es tanto más urgente si se considera el individualismo y el relativismo cultural y ético que caracteriza ampliamente nuestro tiempo. Hoy más que nunca se advierte la común responsabilidad de obrar concretamente para que los derechos fundamentales de la persona humana, basados sobre la ley natural inscrita en el corazón del hombre, sean tutelados, promovidos y efectivamente ejercidos. He aquí un campo de acción apostólica para los cristianos, especialmente los fierles laicos; he aquí un desafío para todos los hombres de buena voluntad. Afirmar los valores humanos y evangélicos es un compromiso civil y apostólico al que llamó constantemente Pío XII a los cristianos de su tiempo. Hoy diríamos que se trata de testimoniar aquella “caridad política”, expresión concreta del amor de Cristo por el hombre y por lo creado, que debe hacerse proximidad a quien es pobre y está solo, a quien, forastero o extranjero, es el “último” en la sociedad, para construir una humanidad solidaria que transmitir a las generaciones futuras.

“Pero volviendo a los textos bíblicos de la liturgia de hoy, que nos indican como modelo a María, querría hacer resaltar una virtud de la Santísima Virgen que este venerado Pontífice se esforzó en imitar especialmente. María vivió totalemnte en función de su Divino Hijo; igualmente Pío XII tuvo siempre claro el objetivo de su ministerio; podríamos decir que observó siempre lo esencial: vivió una fe obediente y dócil, una esperanza inteligente y sólida incluso en las horas más obscuras de su pontificado, y ejercitó una caridad inagotable que el pueblo de Roma percibió con grande agradecimiento. De la Virgen quiso él hacer propia la actitud de contemplación, viviendo una vida austera y de penitencia”.

“La Santísima Virgen, venerada con tierna devoción por el papa Pacelli, nos ayude a seguir el ejemplo de este hijo suyo predilecto”.


Con estas palabras sentidas del cardenal Bertone cerramos la evocación de los últimos ecos del cincuentenario del pío tránsito de Pío XII en 2008, mientras nos aprestamos a celebrar el septuagésimo aniversario de su elección y coronación en este nuevo año pacelliano de 2009.



4 de enero de 2009

Pablo VI en Tierra Santa defendió a Pío XII



Hoy hace exactamente cuarenta y cinco años, el papa Pablo VI iniciaba el primero de sus desplazamientos internacionales, lo que en la época constituyó una auténtica novedad, ya que los Romanos Pontífices no solían moverse fuera del entorno de sus dominios temporales y, desde que perdieron éstos, ni eso (salvo la estancia estival en Castelgandolfo). Pío VI (1775-1799) había sido el primer papa de la Edad Moderna en realizar un viaje apostólico: el que en 1782 lo llevó a la Viena febronianista de José II (el mismo a quien Federico el Grande llamaba con sorna “mi primo el sacristán” por su manía de tratar como cuestión de Estado todo punto en materia religiosa). Otro viaje se vería constreñido a realizar el papa Braschi, esta vez en 1798, huyendo de la ocupación de Roma por el ejército francés de la Revolución, que acabaría haciéndolo su prisionero, recluyéndolo en Valence, donde murió en 1799. Su sucesor Pío VII (1800-1823) también salió de Roma al extranjero en dos ocasiones: en 1804 para la coronación de Napoleón y cinco años más tarde deportado por el emperador de los Franceses, que lo retuvo cautivo hasta 1814. El beato Pío IX (1846-1878) también se vio obligado a abandonar su sede y refugiarse en Gaeta (en el Reino de las Dos Sicilias) como consecuencia de los desórdenes revolucionarios que recorrieron Europa como un reguero de pólvora en 1848. Después de la expoliación de los Estados Pontificios en 1870 y hasta la Conciliación de 1929 los Papas no salieron del Vaticano. Y después de este último año hubo que esperar hasta el beato Juan XXIII para ver a un pontífice marchar fuera de Roma: en 1962, en efecto, peregrinó a Loreto y a Asís para encomendar el concilio Vaticano II, que estaba por comenzar.

Pablo VI no quiso que se considerase su ida a Tierra Santa como un viaje oficial, sino como una peregrinación. No iba en calidad de jefe de Estado porque no había sido invitado oficialmente por el gobierno del Estado de Israel, con el que, a la sazón, la Santa Sede no mantenía relaciones diplomáticas. De hecho, de Roma voló directamente a Amman, la capital del Reino Hachemita de Jordania, desde donde se trasladó hasta territorio israelí. Sin embargo, tanto el rey Hussein como el presidente Zalman Shazar lo recibieron con todos los honores, dada la calidad extraordinaria del visitante. El Papa visitó los Sagrados Lugares, deteniéndose especialmente en Jerusalén, Nazaret y Belén, los tres más emblemáticos entre ellos. En Getsemaní Pablo VI tuvo un gesto que acabó convirtiéndose en habitual en todos los sucesivos viajes apostólicos: besó la tierra que había pisado dos mil años antes el Hijo de Dios. Lo repitió más tarde sobre una piedra a orillas del mar de Tiberíades o lago de Genesaret donde la tradición asegura que Jesús, de pie sobre ella, consignó el poder de las llaves a Pedro. En la Ciudad Santa, además, se encontró con el patriarca ortodoxo de Constantinopla Atenágoras I, que había viajado expresamente para ver al Romano Pontífice, con cuyas miras ecuménicas coincidía. En los tres días que duró la peregrinación papal, Pablo VI desarrolló una importante y nutrida agenda. Sin embargo, por cuanto hace al objeto particular de este blog, uno es el punto de aquélla que concentra hoy nuestra atención.

El domingo 5 de enero se despidió de las autoridades israelíes. Por aquellos días la prensa se hacía eco de la polémica que había estallado el año anterior en Alemania, con motivo del estreno en Berlín de la pieza teatral Die Stellvertreter (El Vicario) del joven autor Rolf Hochhuth. En ella, como se sabe, se presenta a Pío XII como cómplice de las matanzas perpetradas contra los judíos por los nazis a un doble título: por una supuesta íntima simpatía con el régimen hitleriano y por un presunto silencio persistente a sabiendas de lo que estaba sucediendo en los campos de concentración. A pesar de haber gozado, tanto en vida como después de fallecido (habiendo sido sinceramente llorado), del reconocimiento unánime de todo el mundo –incluso de autoridades y personalidades del hebraísmo– como un gran hombre y pontífice, de buenas a primeras Eugenio Pacelli se convertía en la bête noire de la opinión pública. Justo en estas circunstancias, Pablo VI tuvo un gesto de coraje: el de defender la augusta memoria de Pío XII en el propio terreno judío. Por su enorme interés reproducimos aquí la intervención papal en su integridad. Las palabras de Giovanni Battista Montini, que fuera estrecho colaborador de Eugenio Pacelli, resuenan al cabo de las décadas con todo el peso de su autoridad y la irrefragable corroboración de la Historia.


PEREGRINACIÓN DEL PAPA PABLO VI A TIERRA SANTA
PALABRAS DE DESPEDIDA DEL SANTO PADRE
A LAS AUTORIDADES ISRAELÍES

Domingo 5 de enero de 1964


Recuerdo de Pío XII


Al terminar esta jornada inolvidable Nos quisiéramos, con vosotros, hacer subir hasta el Cielo el himno del agradecimiento. No se olvidan, cuando han sido vistos una vez, estos lugares que hacen revivir a la vez el antiguo y el nuevo testamento, estos lugares impregnados de los recuerdos de la Biblia, de los ejemplos y de las enseñanzas de Jesucristo.

A las Autoridades y a todos los aquí presentes, Nos volvemos a manifestar Nuestra satisfacción por esta visita, Nuestra gratitud por la acogida que se nos ha dispensado y por las atenciones de que Nos hemos sido objeto.

Hemos venido entre vosotros con los sentimientos de Aquel a Quien somos conscientes de representar y que los Profetas anunciaron en otros tiempos con el nombre de «Príncipe de la Paz». Esto equivale a decir que Nos no tenemos para todos los hombre y para todos los pueblos más que pensamientos de benevolencia. La Iglesia, en efecto, los ama igualmente a todos.

Nuestro gran Predecesor Pío XII lo afirmó con fuerza y en muchas ocasiones, durante el último conflicto mundial, y todo el mundo sabe lo que hizo por la defensa y la salvación de todos los que soportaban la prueba, sin ninguna distinción. Sin embargo, como sabéis, se han querido sembrar sospechas e incluso acusaciones contra la memoria de este gran Pontífice. Tenemos la satisfacción de tener ocasión de afirmarlo en este día y en este lugar: nada más injusto que ese atentado contra tan venerable memoria.

Quienes, como Nos, han conocido más de cerca a esta alma admirable, saben hasta dónde podían llegar su sensibilidad, su compasión por los sufrimientos humanos, su valor y la bondad de su corazón.

Bien lo sabían también los que, terminada la guerra, acudieron con lágrimas en los ojos a darle las gracias por haberles salvado la vida. Verdaderamente, conforme al ejemplo de Aquel al que representa acá en la tierra, el Papa no desea más que el verdadero bien de todos los hombres.

Nos formulamos los mejores votos por vosotros, al final de esta visita, complaciéndoNos en pensar que Nuestros hijos católicos, que viven en esta tierra, continuaron disfrutando en ella de los derechos y de las libertades que hoy se reconocen generalmente a todos.