2 de junio de 2009

¿Para cuando un museo dedicado a Pío XII en Roma, su ciudad natal?


En este día en que la Iglesia recuerda al papa san Eugenio I (imagen), queremos conmemorar el onomástico de Pío XII (cuyo nombre de pila era, como todo el mundo sabe, Eugenio) exponiendo públicamente una reivindicación que nos parece no sólo justa sino, además, imperiosa.


Un hecho desconcertante

Nuestro buen amigo y entusiasta delegado del SIPA en Italia John Sonnen acaba de llamar la atención en su siempre interesante y ameno blog Orbis Catholicus sobre el hecho de que Pío XII es el único papa del siglo XX en no contar con un museo dedicado a su memoria en su lugar de nacimiento (http://orbiscatholicus.blogspot.com/2009/05/pius-xii-we-need-somebody-to-buy-his.html), siendo así que todos los demás pontífices de dicha centuria tienen cada uno el suyo. He aquí la lista que aporta (y que hemos creído conveniente completar con las señas respectivas):

León XIII: Museo Leoniano di Palazzo Pecci en via Castello s/n, 00032 Carpineto Romano (Lazio)
San Pío X: Museo della Casa Natale di San Pio X en Piazza S. Pio X 1, 31039 Riese-Pio X (Treviso)
Benedicto XV: Museo del Palazzo della Chiesa en salita Santa Caterina s/n, 16123 Génova (Liguria). Este pontífice tiene, incluso, dos museos, dado que dos localidades se disputan el honor de haber sido su cuna. El otro es el de la Villa della Chiesa en piazza Giacomo della Chiesa, 16156 Pegli (Liguria)
Pío XI: Museo-Casa Natale y Centro Internazionale di Studi e Documentazione Pio XI en via Pio XI 4, 20033 Desio (Milán)
Beato Juan XXIII: Museo Casa Natale di Papa Giovanni en via Colombera 5, 24039 Sotto il Monte Giovanni XXIII (Brusico)
Pablo VI: Casa Natale (antiguo Palazzo Lodron y hoy Palazzo Montini) en via Rodolfo da Concesio s/n, 25062 Concesio (Brescia)
Juan Pablo I: Casa Natale en via Rividella 8, 32020 Canale d’Agordo, antes Forno di Canale (Belluno)
Juan Pablo II: Dom Rodzinny Jana Pawła II en ul. Kościelna 7, 34-100 Wadowice (Polonia).

Pero, además, el propio papa felizmente reinante ya tiene en vida un museo dedicado a su augusta persona en su casa natal, en el número 11 de la Marktplatz de la localidad bávara de Marktl am Inn, por decisión de las autoridades municipales, que han querido de esta manera homenajear a su hijo más ilustre.

Sin embargo, es verdad: la casa donde nació Eugenio Pacelli no se ha convertido en un museo que perennice el recuerdo de sus primeros años en este mundo ni de su entorno familiar. Y esto es tanto más chocante cuanto que se trata de un romano de Roma, es decir de un romano de pura cepa y, además, de una de las personalidades más influyentes de su época por no decir un papa de los más decisivos en la Historia de la Iglesia. Pero se ve que en él se cumple cabalmente aquello de nemo propheta in patria


En el corazón de la Roma histórica: Ponte y Parione



Pacelli en medio de la historia

Pío XII vino al mundo el 2 de marzo de 1876 en la vivienda familiar ubicada en el tercer piso (terzo piano) del Palazzo Capponi-Pediconi, en el número 34 del vicolo degli Orsini, al pie de monte Giordano, área particularmente interesante en los límites de los rioni Ponte y Parione, rica de evocaciones que, sin duda, iban a marcar la existencia de su más famoso habitante. Se trata de una elevación de terreno que sirvió durante la Edad Media como baluarte de los Orsini, una de las poderosas familias romanas que se disputaban el poder en la Urbe (como también los Colonna, los Savelli y los Sforza). De hecho, al principio la colina se llamó Mons Ursinorum (monte de los Orsini), para más adelante quedarse con el nombre de uno de los célebres jefes del clan: Giordano Orsini. El niño Pacelli se empaparía con las tradiciones aún vivas relativas a las luchas nobiliarias, a las cuales el Papado no pudo ser ajeno. En la antigua corte pontificia, por ejemplo, aún avanzado el siglo XX, aún se turnaban Orsinis y Colonnas como príncipes asistentes al sacro solio, resto de la antigua rivalidad que los opuso durante siglos. Pío XII prestó siempre atención al patriciado y a la aristocracia romana (de la cual formaba parte por cierto), a los que recibía en audiencia corporativa cada año, dirigiéndoles alocuciones que forman un auténtico código de la conducta honorable y ejemplar que debe distinguir al estamento nobiliario.

Otro recuerdo vinculado a la zona de monte Giordano es el de san Felipe Neri, el apóstol de Roma. Justo enfrente de la casa natal de Pío XII se yergue la Torre dell’Orologio, en la parte posterior del antiguo convento del Oratorio, anexo a la iglesia de Santa Maria in Vallicella, más conocida como Chiesa Nuova, donde residió y está sepultado el santo. Todo el barrio de Ponte y Parione está, además, sembrado de lugares filipenses, lo cual es natural porque fue el campo de acción del fundador del Oratorio. No es de extrañar que, frecuentando desde la infancia la Chiesa Nuova y sirviendo de monaguillo y más tarde -ya sacerdote- diciendo la misa y administrando el sacramento de la penitencia en ella, Eugenio Pacelli conservara siempre un especial afecto hacia todo lo relativo a san Felipe Neri (retribuido el año pasado por los actuales padres oratorianos de la Vallicella, que conmemoraron solemnemente el cincuentenario de la muerte de Pío XII el año pasado).

Pero quizás el dato más sugestivo sea el que vincula el emplazamiento de Palazzo Capponi-Pediconi a una curiosa y reveladora costumbre que tenía lugar en tiempos medievales con ocasión de la elección de un nuevo papa. Por allí pasaba la llamada via papae o strada papale (en italiano), que llevaba a éste –montado sobre una mula blanca– desde el Vaticano (donde había sido coronado) hasta San Juan de Letrán (donde debía tomar posesión de la basílica, catedral del Romano Pontífice, y de su palacio adyacente, residencia de los papas de aquélla época). Justo en ese lugar, al pie de lo que entonces era el palacio de Cromacio, prefecto de la Urbe, se detenía el cortejo papal y tenía lugar el encuentro del flamante pontífice con el rabino de la ciudad (por este tiempo se alzaba una sinagoga en las inmediaciones del monte Giordano). El segundo extendía al primero un rollo de pergamino con el Pentateuco (la Torah). El Papa lo devolvía del revés al jefe de los judíos, diciéndole que honraba la Ley de Moisés, pero reprochándole la obstinación de su pueblo en no aceptar la de Jesucristo. El rabino agachaba la cabeza y extendía la mano, recibiendo del camarlengo de la Santa Iglesia Romana “venti soldi provvisini” en señal de tolerancia.

Este hecho, recogido por el historiador de la topografía romana medieval Mariano Armellini del Ordo del cardenal Cencio Camerario (papa con el nombre de Honorio III), es mencionado por el biógrafo de Pío XII Nazareno Padellaro, el cual anota agudamente: “Si Hitler o Rosenberg hubieran conocido este episodio y hubieran sabido que este encuentro entre pontífice y rabino se desarrollaba en el lugar donde debía surgir la casa que vería nacer a Eugenio Pacelli, habrían dispuesto de otra cosecha de argumentos gamados contra el Papa” (Pío XII, 1949, pág. 24). Ciertamente este antecedente histórico (que repite Tornielli en su biografía del pontífice) no puede ser más premonitorio del papel desempeñado por Eugenio Pacelli a favor de los judíos en los años trágicos de la persecución nazista y, de modo especial, de los judíos romanos, a quienes ayudó todo lo que pudo en las circunstancias inauditas de la ocupación de Roma. Mucho más que “venti soldi provvisini” estuvo Pío XII dispuesto a dar a los judíos perseguidos cuando el rabino jefe de Roma, Israel Zoller, acudió al Santo Padre en demanda de auxilio para completar el pago de un rescate consistente en 50 kilos de oro, exigido por los alemanes para detener la deportación de judíos. El Papa dio instrucciones precisas a Bernardino Nogara, director de la Administración Especial de la Santa Sede, para que reuniera los 15 kilos faltantes y, aunque no hicieron falta gracias a que la comunidad católica romana completó el cupo (según escribió el cardenal Maglione, secretario de Estado), se vio la clara voluntad del pontífice de ayudar.



Palazzo Capponi-Pediconi, donde nació Eugenio Maria Pacelli



Una propuesta

El Palazzo Capponi-Pediconi actual fue mandado construir por la antigua familia patricia florentina de los Capponi (presente en Roma desde comienzos del siglo XV), que adquirió la propiedad de una vieja construcción de los Orsini al pie del monte Giordano. Se ignora quién fue el arquitecto a quien se debe el proyecto, que se realizó lentamente durante la segunda mitad del siglo XVII. Aún estaba por terminar cuando los Capponi vendieron el palacio a la familia milanesa de banqueros Stampa, de la cual pasó más tarde sucesivamente a los Pediconi y los Cavalletti, estirpes de funcionarios romanos ligados al Papado. El inmueble tiene dos entradas: la principal es por el vicolo degli Orsini y la otra por la via dei Banchi Nuovi (que es por donde abren los negocios que hay instalados en la planta baja.

Eugenio Pacelli no vivió mucho tiempo en su casa natal, pues a los cuatro años lo encontramos habitando con su familia el número 19 de la via della Vetrina, estrecha callejuela que comunica la via di Monte Giordano con la via dei Coronari, en un inmueble a las espaldas del Palazzo Taverna. Quizás el hecho de que estos domicilios no fueran de propiedad de los Pacelli, sino viviendas de alquiler haya determinado la dificultad de recuperar la casa natal de Pío XII, en manos de particulares, que obviamente tendrán interés en conservar un emplazamiento privilegiado en el corazón mismo de Roma y en una de sus zonas más auténticas y con mayor solera. Sin embargo, en el caso de otros papas sí ha sido posible llegar a un buen acuerdo. No se ve por qué no podría ser otro tanto respecto de Pío XII.

Lo que sí resulta extraño e insólito es que al peregrino que desea honrar a este pontífice le sea difícil identificar el lugar de su nacimiento: ni siquiera una lápida en la fachada de Palazzo Capponi-Pediconi (en una ciudad donde se prodigan las inscripciones conmemorativas de todo tipo) recuerda la efeméride. Hay una en el interior, pero el acceso es muy difícil y, desde luego, tratándose de una propiedad privada se está a merced de la buena voluntad del portero, que lamentablemente no suele franquear el paso. De modo que hay que contentarse con una visión del exterior del edificio y musitar piadosamente una plegaria en memoria de un Papa que tanto hizo por Roma, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial. Y esta consideración precisamente es la que nos lleva a formular un llamado a los romanos, que distinguieron a Pío XII con el honroso título de Defensor Ciuitatis por haber logrado hacerla declarar ciudad abierta durante el conflicto, evitando así que corriera la triste suerte de muchas otras joyas de la arquitectura y del Arte, presa de trágicos bombardeos.

¿No sería posible adquirir la propiedad del Palazzo Capponi-Pediconi o, al menos, de su tercer piso para poder organizar un museo en la casa natal del papa Pacelli? Obviamente mediante una compensación justa y hasta ventajosa para quien tendría que renunciar a ese rincón tan magnífico de Roma. Una subscripción pública entre los romanos –los de patria y los de adopción– y entre los devotos de Pío XII –que los hay, y más de lo que se cree– sería una iniciativa a tomar por las autoridades competentes, que deberían sondear la voluntad y las disposiciones del actual propietario del inmueble (cuyos derechos se deben respetar obviamente). Recuerdos de familia de los príncipes Pacelli, esparcidos aquí y allá, podrían reunirse para recrear la atmósfera que debió respirar el niño Eugenio Maria. En fin, muchas otras cosas podrían hacerse para montar el museo: los italianos para estas cosas son insuperables.

Es una idea, por la que agradecemos a nuestro buen amigo John Sonnen –que es quien la ha lanzado– y que hacemos nuestra con la esperanza que se pueda realizar. Entretanto, gracias a la solicitud de unos religiosos residentes en Roma, poco a poco se va haciendo realidad un museo dedicado a Pío XII (aunque no sea en su casa natal). Su fundadora cultivó una buena amistad con la M. Pascalina Lehnert, la cual le hizo entrega de muchos recuerdos personales del gran pontífice al que tuvo el privilegio de servir con tanta dedicación y fidelidad, recuerdos que pudo rescatar del olvido o del arrinconamiento al marcharse del Palacio Apostólico. La generosidad de la Famiglia Spirituale L’Opera permitió que algunas de las piezas más significativas pudieran ser exhibidas en la exposición que tuvo lugar en la columnata de la Plaza de San Pedro con motivo del cincuentenario pacelliano. Esperemos que tanto este proyecto como el de un futuro museo en la casa donde nació el Pastor Angelicus se conviertan en una feliz realidad. Es el voto que formulamos en este día de san Eugenio I, onomástico de Pío XII.



2 comentarios:

John Paul Sonnen dijo...

Perfect!

Anónimo dijo...

¡Magnífica iniciativa! Recemos para que se pueda hacer algo al respecto. A ver si los actuales propietarios quieren vender... Esther C.