29 de junio de 2011

Dom José dos Santos Garcia, obispo emérito de Porto Amélia (+) y el venerable Pío XII



El 11 de diciembre de 2010 fallecía en la feligresía portuguesa de Cucujães (Aveiro) Su Excelencia Reverendísima Dom José dos Santos Garcia, obispo emérito de Porto amélia (Pemba) en Mozambique.

Nació en Aldeia do Souto (Beira Baixa), el 16 de abril de 1913. Ingresó em La congregación de los Misioneros de Buena Nueva (Missionários da Boa Nova) y fue ordenado sacerdote el 25 de julio de 1938. Fue destinado al ministerio de formación en diferentes seminarios portugueses hasta que el 31 de diciembre de 1955 llegó a Mozambique, enviado por sus superiores. En la entonces colonia portuguesa trabajó denodadamente en la Misión del Mutuáli de la diócesis (hoy archidiócesis) de Nampula, considerada la más pobre y de Mozambique. Allí construyó una iglesia, dos internados (uno masculino y otro femenino) y un centro de salud. Fue, además, el formador del primer clero autóctono mozambiquense.

El apostolado del Padre dos Santos Garcia llamó la atención de la Jerarquía y el 5 de abril de 1957 el venerable Pío XII lo preconizaba obispo de Porto Amelia (hoy Pemba), siendo consagrado el 16 de junio siguiente por el cardenal Teodosio Clemente de Gouveia, arzobispo metropolitano de Lourenço Marques, asistido por los obispos Dom Manuel de Medeiros Guerrero de Nampula y Dom Francisco Nunes Teixiera de Quelimane como co-consagrantes. Su labor pastoral prioritaria consistió en la formación del clero y de los laicos y la implantación de la vida religiosa en Mozambique, promoviendo las vocaciones indígenas. En esta línea, erigió seminarios y escuelas de catequistas y fundó la primera congregación mozambiqueña: la de las Hijas del Inmaculado Corazón de María. También se beneficiaron de su celo apostólico las misiones, que organizó dotándolas de una estructura cuidada y eficaz, en el espíritu de la gran encíclica Fidei donum del venerable Pío XII.

Desgraciadamente, vio cómo, en el período de la guerra de independencia, ésta sembraba la división entre los fieles de su diócesis, la que tuvo que abandonar forzado por los enemigos de la presencia portuguesa en 1974. No pudiendo retornar a su sede, dio su dimisión el 15 de enero de 1975, siendo sucedido por el obispo mozambiqueño Dom Januário Machaze Nhangumbe. Dom José dos Santos Garcia colaboró entonces con la diócesis de Guarda, sufragánea del Patriarcado de Lisboa, donde se dedicó a enseñar Misionología a los seminaristas. Desde allí también hacía cuanto podía por aliviar materialmente los sufrimientos de Mozambique, país del que sentía una gran nostalgia.

A los 85 años se retiró a su ciudad natal, donde, sin embargo, se mostró incansable en la restauración de iglesias y capillas. También se dedicó a escribir, publicando libros como Alicerce e Construção duma Igreja Africana; Diário do Mutuáli; Evangelização de Cabo Delgado e Notas para a História da Paróquia de Aldeia do Souto. Em 2006, AL cumplir 90 años, La ciudad de Covilhã, circunscripción a la que pertenece Aldeia do Souto, lo distinguió con la medalla cívica.

Su última intervención pública fue con motivo de la visita del papa Benedicto XVI a Fátima. El 12 de mayo de 2010, el obispo emérito de Porto Amélia se desplazó, no obstante lo delicado de su salud, para asistir a las vísperas solemnes que tuvieron lugar en la iglesia de la Santísima Trinidad, donde el Papa saludó afectuosamente e impartió la bendición apostólica a este venerable prelado preconizado por su predecesor el papa Pacelli y que era uno de los más ancianos y antiguos obispos de la Iglesia Católica.

Hacia el final de sus días fue llevado al seminario de la Inmaculada Concepción de Guarda, donde le cuidaron con esmero y cariño, siendo trasladado en sus últimas horas a Cucujães, donde falleció y en cuya iglesia parroquial fueron oficiadas sus exequias el 13 de diciembre de 2010.

Dom José dos Santos Garcia tenía un recuerdo imborrable del papa que lo hizo obispo y cuyas enseñanzas tanto le ayudaron para desarrollar su gran obra misionera. En cuanto el SODALITIVM INTERNATIONALE PASTOR ANGELICVS se puso en contacto con él, tuvo a bien responder amablemente no obstante hallarse delicado de salud, según documentamos en esta nota. Que Dios le haya premiado su bondad.











27 de junio de 2011

El embajador de Israel ante la Santa Sede aboga por Pío XII



Don Gaetano Piccinini


El pasado jueves 23 de junio, a las 11 de la mañana, en el Centro Don Orione de Roma, el Excmo. Sr. Mordechay Lewy, embajador de Israel ante la Santa Sede, hizo entrega de la Medalla de los Justos entre las Naciones, al R.P. Flavio Peloso, superior general de la congregación de Hijos de la Divina Providencia, para honrar a título póstumo a un benemérito orionino: el P. Gaetano Piccinini (1904-1972), el cual, desde su cargo como rector del Instituto Pontificio Escolástico San Felipe Neri, en el barrio Appio de Roma, se prodigó en los terribles días de la ocupación nazi de Roma durante la Segunda Guerra Mundial, aun a riesgo de su propia vida, en socorrer y salvar a muchos judíos que, de otro modo, hubieran corrido la peor de las suertes. Recordemos que la mencionada medalla es una importante distinción con la que el Estado hebreo recompensa a personas no judías que se hayan distinguido en la protección y ayuda dispensadas a los judíos durante la persecución nazi.



Cabe recordar, por ejemplo, que la Medalla de los Justos entre las Naciones fue otorgada en su día al cardenal Pietro Palazzini por haber salvado a numerosos judíos refugiados en el Seminario Romano (del que era vicerrector). En dicha ocasión este alto prelado declaró: «el mérito es enteramente de Pío XII que ordenó hacer todo lo que estuviera a nuestro alcance para salvar a los judíos de la persecución». Las palabras dirigidas por el embajador israelí durante el acto del pasado jueves muestran cómo poco a poco se va abriendo paso una actitud más ponderada y ecuánime de personalidades oficiales del mundo judío y del Estado de Israel en lo tocante al tema Pío XII. Esperemos que el ejemplo cunda y acabe por imponerse la verdad histórica: la de un Vicario –no el de Hochhutz, sino el de Cristo– que hizo por los judíos lo máximo y lo mejor que podía hacer en unas circunstancias gravísimas y excepcionales, aun a costa de arriesgar su prestigio personal. Otro que no fuera Eugenio Pacelli quizás habría lanzado condenas estentóreas, pero cabe preguntarse si ello no hubiera sido una inútil provocación que hubiera sentenciado irremisiblemente también a aquellos a los que, de hecho, se logró salvar, que fueron muchísimos y que deben su vida a la acción prudente pero efectiva de Pío XII.



Ofrecemos nuestra traducción del artículo aparecido en la edición de L’Osservatore Romano correspondiente al 24-25 de junio.





Lo acaba de recordar el embajador de Israel ante la Santa Sede


Pío XII ayudó a los judíos de Roma


Publicamos la intervención del embajador de Israel ante la Santa Sede el pasado 23 de junio en el curso de la ceremonia de entrega de la medalla de” Justo entre las naciones” a la memoria de don Gaetano Piccinini.

por Mordechay Lewy
Embajador de Israel ante la Santa Sede




Me complace haber podido aceptar la invitación a participar eb esta ceremonia en honor de don Gaetano Piccinini, que ayudó a salvar a miembros de la familia Camerini, haciendo lo posible para hacer menos penosa la dura prueba a la que fueron sometidos durante el período de la ocupación.

No me detendré sobre los detalles de la peripecia, sobre los cuales mi colega Livia Link nos acaba de ilustrar. Por lo demás, se hallan presentes los testigos directos, que pueden referir la historia mejor que yo.

Quisiera, en cambio, aludir muy brevemente a un tema ampliamente discutido: la actitud de la Iglesia durante el período de la ocupación nazi de Roma, durante el cual la vida de los judíos de la ciudad corrió un grave peligro y muchos de ellos no regresaron de los campos de exterminio.

Sin don Gaetano Piccinini y otros hombres y mujeres como él, el número de víctimas habría sido mucho más alto.

A don Piccinini le estamos agradecidos no sólo por haber dado asilo a los perseguidos, sino también por haberlo hecho desde el respeto a los orígenes y la identidad de cada uno.

A partir de la redada del ghetto de Roma del 16 ottobre del 1943 y en los días siguientes, monasterios y orfanatos dirigidos por órdenes religiosas abrieron sus puertas a los judíos y tenemos motivos para pensar que ello se llevó a cabo bajo la supervisión de los más altos vértices del Vaticano, que se hallaban informados de estos gestos.

Sería, pues, un error declarar que la Iglesia Católica, el Vaticano o el mismo Papa se opusieron a las acciones emprendidas para salvar a los judíos.

La verdad es más bien lo contrario: prestaron su ayuda cada vez que pudieron. El hecho de que el Vaticano no hubiera logrado detener la partida del tren en dirección al campo de exterminio durante los tres días transcurridos desde la redada, desde el 16 hasta el 18 de octubre, sólo pudo haber aumentado la voluntad, de parte vaticana, de ofrecer sus propios locales como refugio para los judíos.

Los judíos romanos tuvieron una reacción traumática. Ellos veían en la persona del Papa una especie de protector y confiaban que les salvara y evitara lo peor. Pues bien, todos sabemos qué ocurrió, pero debemos también reconocer que el convoy que partió el 18 de octubre de 1943 fue el único que los nazis consiguieron organizar desde Roma hacia Auschwitz.

(©L'Osservatore Romano 24-25 de junio 2011)





21 de junio de 2011

Mons. Raúl Marcelo Pacífico Scozzina, O.F.M. (+), obispo emérito de Formosa, y el venerable Pío XII






El pasado sábado 11 de junio, a las 22 horas, falleció en el Hospital de Alta Complejidad "Presidente Juan Domingo Perón", de la capital provincial de Formosa, Mons. Raúl Marcelo Pacífico Scozzina, O.F.M., obispo emérito de La diócesis homónima del Norte Grande Argentino. Con su muerte, el número de los obispos en vida que fueron preconizados por el venerable Pío XII ha quedado reducido a veinticinco. Nació en San Martín Norte, provincia de Santa Fe, el 14 de agosto de 1921; profesó en la Orden de Frailes Menores (Franciscanos) y fue ordenado sacerdote en Rosario, el 23 de diciembre de 1944 por Mons. Juan Pascual Chimento, arzobispo de La Plata. Fue elegido obispo de Formosa el 7 de mayo de 1957 y consagrado en la iglesia de San Francisco (Santa Fe), el 21 de julio de 1957 por el cardenal Nicolás Fassolino, arzobispo de Santa Fe, asistido por Mons. Francisco Juan Vénnera y Mons. Carlos María Cafferata, obispos auxiliares de Rosario, como co-consagrantes.

Tomó posesión de su sede e inició su ministerio pastoral como primer obispo de Formosa, el 28 de septiembre de 1957. Como lema episcopal adoptó la invocación del Salve Regina: “Vita dulcedo et spes nostra, salve”. Participó como padre conciliar en las sesiones del concilio ecuménico Vaticano II. Fue un prelado particularmente sensible a las necesidades espirituales y materiales de sus diocesanos y tomó la defensa de los más desheredados, lo que le atrajo incomprensiones y tiranteces con el poder político, pero le granjeó el cariño sincero de la gente sencilla. El Padre Pacífico –que es como le conocían familiarmente– se desprendía de los regalos que le hacían llegar para destinar su valor a los pobres. En 1966, por concesión de Pablo VI, llevó a efecto una de las dos ilusiones de su vida: coronar canónicamente a la Virgen del Carmen, celestial patrona de Formosa. La otra era la de erigir un Via Crucis que recorriera la provincia. Una vez acabado, éste se convirtió en el más largo del mundo: entre la primera y la última de las catorce cruces monumentales de madera que marcan los hitos de la ruta nacional 81 a Salta median 502 kilómetros. Mons. Scozzina, era asiduo a su recorrido, que hizo hasta 2010. En su honor ese tramo de carretera fue bautizado con su nombre por voluntad del pueblo formoseño.




Renunció a su sede por razones de salud el 31 de marzo de 1978, aunque se cree que su dimisión se debió a presiones de la dictadura militar por su defensa de los derechos humanos. Fue, sin embargo, un firme partidario de la reconciliación de todos los argentinos. Aun después de su dimisión siguió preocupándose por la situación humana de los aborígenes y de los campesinos y continuó recorriendo la provincia llegando a lomo de caballo, de mula, en carreta o a pie a los parajes más inaccesibles para llevar el mensaje evangélico. Sus restos fueron velados en la catedral de Nuestra Señora del Carmen, en la que fue oficiada la misa exequial por el actual obispo de Formosa, Mons. Vicente Conejero Gallego. Mons. Scozzina recibió sepultura en el panteón de los Padres Franciscanos del cementerio de Formosa bajo la misma advocación mariana.

En 2008, el obispo emérito de Formosa tuvo a bien responder amablemente a la petición del SIPA de sumarse –mediante su testimonio personal– al homenaje al venerable Pío XII (el papa de su preconización episcopal) con motivo del cincuentenario de su tránsito. Publicamos hoy, pues, su carta juntamente con su foto y la de su escudo episcopal que amablemente nos hizo llegar y que se incluirán en un álbum memorial en honor al Pastor Angelicus. Se incluye, además, la carta que le fue enviada originalmente, y que volvió a ser remitida el 25 de julio de 2008 (fecha que cita en su respuesta). En próximas entradas de este blog daremos a conocer los testimonios de otros obispos que, como Mons. Scozzina, fueron preconizados por el gran papa Pacelli.







16 de junio de 2011

¡Por fin un museo para Pío XII!


Ofrecemos nuestra traducción castellana de una noticia difundida ayer por el noticiero de la EWTN y que constituye un motivo de gran complacencia para los devotos del venerable Pío XII, a quien parece que comienza a hacérsele justicia en su propia patria. Se trata de un futuro museo en honor del papa Pacelli, idea que desde este modesto sitio ya auspiciábamos hace dos años*. Se debe a la iniciativa de nuestra querida amiga sor Margherita Marchione, la cual ha hallado eco a altos niveles del mundo político italiano. No podemos por menos de celebrar que por fin se piense en hacer algo concreto para honrar la memoria del Pastor Angelicus.





Se dan a conocer planes para

un museo de Pío XII


Por David Kerr

Roma (Italia), 15 de junio de 2011, 05:54 p.m. (EWTN News/CNA).- Un líder político italiano está dando su apoyo a planes existentes para la instalación de un museo en Roma que honre la memoria del venerable Pío XII, el papa de la Segunda Guerra Mundial.

“Me ha entusiasmado esta importante idea que pretende dar al gran papa su lugar debido en la Historia”, declaró a ETWN News el senador italiano Stefano De Lillo.

“Fue alabado en vida y en el momento de su muerte la premier israelí Golda Meir dijo que había muerto ‘un gran servidor de la paz’”.

Los planes para el museo se hallan en una etapa temprana pero ya han sido discutidos en el seno de una conferencia internacional organizada este mes por el senador De Lillo. La idea ha obtenido asimismo el apoyo del ex premier italiano Giulio Andreotti.

Sin embargo, uno de los mayores escollos lo constituye la acusación, que se recicla persistentemente, de que el papa Pacelli no hizo lo suficiente para salvar a los judíos de la persecución nazi. El senador De Lillo espera que el museo pueda contribuir a esclarecer las cosas.

“Existen muchísimos escritos de judíos italianos y especialmente romanos en los que se agradece al Papa por haberles permitido encontrar refugio en conventos, instituciones e Iglesias en toda Roma. Se estima que por lo menos 5.000 personas fueron salvadas a través de la acción directa del pontífice.

“Podemos decir que un museo de este tipo puede ayudar a restablecer la verdad histórica, en total armonía con nuestros hermanos mayors judíos y la religion hebrea, con los cuales nuestras relaciones son extremadamente buenas” dijo el parlamentario italiano.



La idea del museo fue originalmente sugerida por sor Margherita Marchione, una monja nonagenaria ítalo-americana de New Jersey, que desde 1995 ha abogado para limpiar el nombre del venerable Pío XII. De hecho, a lo largo de los últimos dieciséis años la religiosa se ha convertido en uno de sus más importantes y destacados biógrafos.

El senador De Lillo añadió que el museo “reuniría toda la documentación en posesión de sor Margherita, así como otra que pueda hallarse en otros lugares”.

También quiso señalar lo que él considera como valentía y lealtad del papa Pío para con los ciudadanos de Roma durante la Guerra.


“Gracias al papa Pío XII, Roma fue declarada ‘ciudad abierta’ durante la Segunda Guerra Mundial, de modo que quedó a salvo de los bombardeos, prohibidos por una convención internacional”, recordó el senador De Lillo (foto).

En realidad, antes y después de la concesión del este estatus de ciudad abierta en 1943, Roma fue bombardeada dos veces, tanto por las fuerzas de los Aliados como por las del Eje. Pero, a diferencia del rey de Italia Víctor Manuel III y del dictador Benito Mussolini (que se alejaron de Roma huyendo de la amenaza de las bombas), el papa Pío XII se quedó en la ciudad en todo momento.

“Después de la Guerra, los ciudadanos de Roma pusieron una placa conmemorativa en la plaza que fue llamada de Pío XII, frente al Vaticano, como muestra del agradecimiento al pontífice por haber salvado Roma”, recalcó el senador.

Los romanos lo honraron también con el título de “Defensor Civitatis” (Defensor de la Ciudad), nombre que el senador De Lillo quisiera que llevara el futuro museo.

2 de junio de 2011

Alocución al Sacro Colegio en el onomástico de Su Santidad (2 de junio de 1943)*


Hace un año, venerables hermanos y amados hijos, la vigilia de la Ascensión coincidía con el vigésimo quinto aniversario de nuestra consagración episcopal, eterno y sacrosanto sello de Nuestra alma. En aquella ocasión non dejamos escapar la oportunidad de dirigir la palabra a todos Nuestros hijos, oprimidos por graves angustias, sedientos de verdad y necesitados de consuelo, indicando, tanto a ellos como a la humanidad entera, los senderos que conducen a las “fuentes de la salvación” (Is. XII, 1), en las que saltan perennes y abundantes a la sombra de la roca de Pedro las aguas que sacian la sed, que purifican y vivifican.



La misma vigilia este año concurre con la festiva conmemoración del manso y santo pontífice Eugenio I, Nuestro predecesor y patrono, en honor de cuya venerada memoria el amor generoso de los fieles del orbe católico ha proporcionado los medios para erigir un templo, digno de la Ciudad Eterna, en uno de los barrios de la Urbe, donde vive, se densifica y se incrementa un nuevo pueblo en ventaja del cual podrá así más fácilmente ejercitarse el ministerio pastoral. Y de esta misma aurora se hacen eco las voces que se alzan suplicantes en el retorno de las Rogativas y son una singular manifestación de piedad y de amor. A tan sagrados recuerdos vosotros, al hacernos el precioso regalo de vuestra presencia, habéis querido añadir –a través de los labios del venerable Decano del Sacro Colegio, a quien casi un siglo de vida no ha quitado ni disminuido el ardor de la laboriosidad y del celo– fervientes y devotas felicitaciones, que se unen en armonía con las plegarias litúrgicas de estos días, las cuales en las vetustas basílicas tanto como en las iglesias remotas, se elevan al trono de Dios, como oloroso incienso, para aplacar su justicia e invocar su clemencia, infundiendo la dulce esperanza que sea escuchada la imploración del pueblo cristiano.



Expectativas de acontecimientos



En estos tiempos de angustias para el mundo entero, venerables hermanos y amados hijos, ¿cómo no íbamos a acoger con vivo agradecimiento vuestras plegarias y vuestros votos, como regalo espiritual y como consuelo, al presagiar como lo hacemos pruebas cada vez más difíciles a las que se podrá encontrar expuesta la Iglesia? Pero, seguros de la devoción y de la fidelidad inquebrantable de vuestro espíritu para todo lo que la Esposa de Cristo siente, quiere y obra, Nos hacemos frente animosos y con plena confianza a los futuros acontecimientos sin cansarnos ni flaquear en el socorro y consuelo a Nuestros hijos de toda la humanidad, indicándoles el sendero estrecho que conduce a la tierra prometida de un provenir bendecido por Dios y digno del hombre, en el cual –queremos confiar en que no demasiado tarde– la Iglesia pueda repetir con el corazón lleno de alegría y de reconocimiento: In columna nubis ductor eorum fuisti per diem, et in columna ignis per noctem” (II Esdr.
IX, 12).



Solicitud de la Iglesia al prolongarse el conflicto armado



Pero la prolongación del conflicto armado, el incremento febril de los artefactos de guerra, la progresiva intensificación de los métodos bélicos hacen que la misión sobrenatural y pacificadora de la Iglesia choque contra dificultades e incomprensiones, desconocidos e insospechados en tiempos pretéritos, y que se convierten en peligros para Ella y para su obra.


Frente a tales obstáculos, la Iglesia no olvida nunca la responsabilidad que pesa sobre Ella para el cuidado de las almas, siente vivo el deber de prevenir y disipar todo intento de quien pretendiese ofuscar la pureza de su doctrina y de su enseñanza, restringir la universalidad de su misión, negar el abierto desinterés de su amor, que, sin embrago, se extiende con igual solicitud a todos los pueblos, como si Ella se dejase atraer y arrastrar por el torbellino de ideales exclusivamente terrenos y en la vorágine de contrastes puramente humanos. No será, pues, difícil, venerables hermanos y amados hijos, para la perspicacia de vuestra inteligencia y para la intensidad de vuestro amor y de vuestra adhesión el ponderar y medir mejor que otros con cuánta carga se ha incrementado en semejantes circunstancias el peso de Quien, en nombre de Cristo y por mandato suyo, tiene la misión de hacerse todo a todos, en la “lucha de todos contra todos”, para ganar a todos para Dios.


Sabedores y conscientes de la universalidad de estos Nuestros sentimientos paternos, habiéndonos sido confiado el gobierno de la Iglesia de Dios en un tiempo en el que maduran los frutos amargos de falsas teorías antiguas y recientes, consideramos que es Nuestra alta y principal tarea la de defender y salvar la herencia espiritual de Nuestros santos e iluminados predecesores y la de denunciar, con verdad pero con amor, los errores que están en la raíz de tantos males, a fin de que los hombres se guarden de ellos y vuelvan al camino de la salvación. Haciendo lo cual, así como dirigiéndonos en Nuestros mensajes al mundo entero, no es ni ha sido nunca Nuestra intención lanzar acusaciones, sino, al contrario, llamar a los hombres al camino de la verdad y de la salvación: la Nuestra ha sido la voz de la guarda vigilante, suscitada y puesta por Dios para tutelar la familia humana; fue, en vísperas del atroz conflicto, el grito que irrumpía del corazón paternal angustiado y partido por la previsión de la inminente catástrofe, pero inspirado por el amor hacia todos los pueblos sin distinción, por el amor de Cristo, que todo lo vence y todo lo supera y que a Nos mismo impulsa e inflama (cfr. II Cor. V, 14). Hoy, cuando todos ven y experimentan a qué espantosas tragedias ha conducido la guerra, muchos intelectos y muchos ánimos, que consideraron y reputaron el llamado a las armas como más promisorio en ventajas y más honorífico que el sabio intento y la cooperación (por medio de mutuas y leales concesiones) para una noble concordia, se abren a nuevos pensamientos y muy diferentes sentimientos.


Cuando aún callaban el fermento y la violencia de las pasiones y en la vida de los pueblos se hallaba vigente un mayor sentido de fraternidad y de confianza, la voz del Sumo Pastor podía libremente llegar a todos los fieles, directamente y también gracias al cuidado y a través de los labios de sus obispos, no obscurecida, ni mutilada ni malinterpretada; y la evidencia misma de los hechos, no menos que la claridad misma del lenguaje, valían y bastaban para debilitar e inutilizar los intentos de alterar o desvirtuar la palabra del Vicario de Cristo. Si ello ocurriera también hoy sin impedimento, todos los hombres honestos y de buena voluntad tendrían el medio y la facilidad de cerciorarse de que el Papa tiene para con todos los pueblos indistintamente y sin excepciones tan sólo “pensamientos de paz y no de aflicción” (Ier. XXIX, 11).



Sufrimientos de los pueblos por razón de nacionalidad o de raza.
Las pequeñas naciones



Por otra parte, no os maravillaréis, venerables hermanos y amados hijos, si Nuestro ánimo responde con solicitud especialmente diligente y conmovida a los ruegos de aquellos que se dirigen a Nos con mirada de ansiosa imploración, atormentados como son por razón de su nacionalidad o de su raza, por grandes desgracias y por más agudos y graves dolores y destinados a veces, incluso sin culpa, a constricciones exterminadoras. ¡No olviden los que rigen a los pueblos que aquel que (para usar el lenguaje de la Sagrada Escritura) “lleva la espada”, no puede disponer de la vida y de la muerte de los hombres sino según la ley de Dios, de Quien viene toda potestad (cfr. Rom. XIII, 4)! Nuestro pensamiento y Nuestro afecto corren hacia las naciones pequeñas, las cuales, por su posición geográfica y geopolítica, están expuestas y abiertas a ser arrastradas por las contiendas de las grandes potencias y a asistir en sus territorios, convertidos en teatro de luchas devastadoras, a indecibles horrores, incluso entre los no combatientes, y al exterminio del la flor de su juventud y de sus personas cultas. No esperéis que expongamos aquí detalladamente todo lo que hemos intentado y procurado emprender para mitigar sus sufrimientos, mejorar sus condiciones morales y jurídicas, tutelar sus imprescriptibles derechos religiosos, subvenir a sus estrecheces y necesidades. Cada palabra dirigida por Nos a este propósito a las autoridades competentes y cada pública alusión Nuestra, han debido ser seriamente ponderadas y medidas por Nos en interés de los mismos sufrientes, para no volver sin querer su situación más grave e insoportable. Desgraciadamente, los mejoramientos visiblemente obtenidos no se corresponden con la grandeza de la solicitud maternal de la Iglesia en favor de estos grupos particulares, sometidos a las más acerbas desventuras; y, como Jesús delante de su ciudad hubo de exclamar con dolor: “Quoties volui! . . . et noluisti!” (Luc. 13, 34), así también su Vicario, aunque piediendo tan sólo compasión y retorno sincero a las elementales normas del derecho y de la humanidad, se ha encontrado a veces ante puertas cerradas que ninguna llave ha sido capaz de abrir.


Grandezas, dolores y esperanzas del pueblo polaco


Al confiaros estas amargas experiencias, que han hecho sangrar Nuestro corazón, no olvidamos ni uno solo de los pueblos que sufren, es más: los recordamos a todos y a cada uno con compasión y afecto paternales, aunque llamemos en este momento vuestra atención en modo especial sobre la trágica suerte del pueblo polaco., el cual, rodeado de poderosas naciones, yace en medio de las vicisitudes y de los vaivenes de un ciclónico drama de guerra. Nuestras enseñanzas y Nuestras declaraciones tantas veces repetidas no dejan ninguna duda sobre los principios con los que la conciencia cristiana debe juzgar semejantes actos, sea quien fuere que aparezca responsable. Nadie que conozca la historia de la Europa cristiana puede ignorar u olvidar todo lo que los santos y los héroes de Polonia, sus estudiosos y pensadores han aportado para construir el patrimonio espiritual de Europa y del mundo; y cuánto también el sencillo pueblo polaco, con el silencioso heroísmo de sus sufrimientos a través de los siglos, ha contribuido al desarrollo y conservación de una Europa cristiana. Y Nos imploramos de la Reina celeste que a este pueblo tan duramente probado y a los demás que junto con él han bebido el cáliz amargo de esta guerra, les sea reservado un porvenir que iguale la legitimidad de sus aspiraciones y la grandeza de sus sacrificios, en una Europa renovada sobre fundamentos cristianos y en un consenso de Estados exento de los errores y desviaciones del pasado.


Renovada exhortación a la observancia de las leyes morales y de los principios de humanidad en las acciones bélicas



No menos penoso y deplorable, venerables hermanos y amados hijos, es que a menudo en esta guerra el juicio moral sobre algunas acciones contrastantes con el derecho y con las leyes de la humanidad se haga depender de la pertenencia de quien es responsable de ellas a una u otra parte del conflicto, sin consideración a la conformidad o desacuerdo con las normas sancionadas por el Eterno Juez. De otro lado, el incremento de la técnica de la guerra, el consolidamiento progresivo de los medios de lucha que no diferencian los “objetivos” militares de los no militares, reclaman por ellos mismos el ánimo a los peligros que encierra en sí la triste e inexorable carrera entre accion y represalia, en perjuicio no sólo de los pueblos particulares sino de toda la comunidad de las naciones.


Nos, que desde el comienzo hemos hecho cuanto estaba en Nuestro poder para inducir a los beligerantes a respetar las leyes de la humanidad en la guerra aérea, sentimos el deber, en provecho de todos, de exhortar una vez más a su observancia.
Incluso en el momento en el que el espectro de loa más horrorosos instrumentos de destrucción y de muerte se asoma para tentar las mentes de los hombres, no es superfluo advertir al mundo civil que está caminando sobre el borde de un abismo de desgracias inenarrables.


Invocación a la paz



¿Cómo, venerables hermanos y amados hijos, podría de tales métodos de geurra surgir después una paz de justicia, de entendimiento, de humanidad y de fraternidad? Sin embargo, no creemos estar equivocados al pensar que el anhelo y la voluntad de una paz semejante une en un espiritual vínculo, que traspasa toda barrera de frontera, de lengua y de raza, un gran número de almas, prontas al sacrificio y a la concordia; desengañadas de los frutos de la violencia, muchas de ellas se han encaminado, en lo íntimo de su pensamiento, hacia la idea de una paz que honre la dignidad humana y las leyes morales.
¡Oh paz, oh paz!
¿Cuándo resonará de región en región, de océano al otro, tu nombre y brillará tu rostro sobre la faz de la tierra? ¿Cuándo la aurora de tu sonrisa alegrará a los pueblos y a las naciones? ¿Y cuándo sobre las armas depuestas y en el silencio de los cañones te encontrarás con la justicia y, con sincero y concorde afecto, la besarás en la frente? No lo dudéis, venerables hermanos y amados hijos: de todos modos llegará la hora de Dios, de Aquel que dijo al mar: “Hasta aquí arribarás y no pasarás más allá, y aquí quebrarás tus orgullosas olas” (Iob.
XXXVIII, 11). Hoy perdura la hora de la sumisión a los impenetrables y sabios designios de Dios; la hora de invocar con perseverancia la multitud y la grandeza de sus misericordias. Por eso, Nos deseamos que aquella porción sana que es buen fermento de concordia en todo pueblo y especialmente los que están unidos por el nombre de Cristo y cifran en la plegaria las mejores esperanzas no dudarán en el momento propicio en poner en acto todas las fuerzas de su celo y de su voluntad para sacar a la luz de las ruinas del odio y promover el futuro de un mundo nuevo, en el cual todas las naciones, curadas de las heridas abiertas por la violencia, se reconozcan como hermanas y avancen en armonía por el camino del bien.



No es ciertamente tal el espíritu que en el presenta predomina en el mundo y aletea sobre la humanidad que persiste en la lucha; ni se ve surgir todavía el albor de aquel día; contra toda ansia y deseo de vida, vivimos y sufrimos hasta ahora en medio de la muerte. Por eso, Nos, íntimamente persuadido como lo estamos de la debilidad e insuficiencia de todo medio terreno y de los humanos recursos, juntamente con vosotros, venerables hermanos y amados hijos, con todo el Episcopado, con los sacerdotes y los fieles del orbe católico, Nos dirigimos con tanta mayor confianza al Sacratísimo Corazón de Jesús, “horno ardiente de caridad”, “rey y centro de todos los corazones”, al que la Iglesia consagra el mes que acabamos apenas de iniciar.
¡Que “el incendio del divino amor” (San Buenaventura: De praeparatione ad Missam c. I par. 3 n. 10 - ed. Quaracchi, tomo 8, p. 102), que arde en aquel Corazón divino, nos indique el camino de la verdadera paz a un mundo en guerra, como “columna ignis per noctem”! Y que el Mismo « cui omne cor patet, et omnis voluntas loquitur, et quem nullum latet secretum » (para quien todo corazón queda al descubierto y toda voluntad habla y nada permanece secreto) ilumine e inflame las mentes y los corazones de aquellos en cuyas manos está la suerte de las gentes, a fin de que reconozcan que nada más grande pueden ofrecer a los pueblos ni más noble ni más necesario, nada más glorioso ni más benéfico, que el ramo de olivo de esa paz, que, junto con la mayor y más segura tranquilidad, preserve a todos del retorno al sangriento diluvio de la guerra y garantice, como arcoíris de un imperturbable porvenir, el acuerdo de justicia y de equidad para la acción generosa de cuantos aman colaborar con noble y consciente lealtad en establecer la fraternidad universal del género humano. Con este auspicio y con esta plegaria, impartimos a vosotros, venerables hermanos y amados hijos, a todos los que están unidos espiritualmente con Nos, y sobre todo a la multitud innumerable de los que sufren, de los angustiados y oprimidos, que marchan resignados por las vías del dolor, desde la plenitud de Nuestro corazón paternal, como prenda de copiosas gracias divinas, la Bendición Apostólica.



* Discursos y Radiomensajes de Su Santidad Pío XII
, V (Quinto año de pontificado: 2 de marzo de 1943 a 1º de marzo de 1944, pp. 73-80). Tipografia Poliglotta Vaticana.



Texto original italiano:

http://www.vatican.va/holy_father/pius_xii/speeches/1943/documents/hf_p-xii_spe_19430602_onomastico-pontefice_it.html