27 de junio de 2011

El embajador de Israel ante la Santa Sede aboga por Pío XII



Don Gaetano Piccinini


El pasado jueves 23 de junio, a las 11 de la mañana, en el Centro Don Orione de Roma, el Excmo. Sr. Mordechay Lewy, embajador de Israel ante la Santa Sede, hizo entrega de la Medalla de los Justos entre las Naciones, al R.P. Flavio Peloso, superior general de la congregación de Hijos de la Divina Providencia, para honrar a título póstumo a un benemérito orionino: el P. Gaetano Piccinini (1904-1972), el cual, desde su cargo como rector del Instituto Pontificio Escolástico San Felipe Neri, en el barrio Appio de Roma, se prodigó en los terribles días de la ocupación nazi de Roma durante la Segunda Guerra Mundial, aun a riesgo de su propia vida, en socorrer y salvar a muchos judíos que, de otro modo, hubieran corrido la peor de las suertes. Recordemos que la mencionada medalla es una importante distinción con la que el Estado hebreo recompensa a personas no judías que se hayan distinguido en la protección y ayuda dispensadas a los judíos durante la persecución nazi.



Cabe recordar, por ejemplo, que la Medalla de los Justos entre las Naciones fue otorgada en su día al cardenal Pietro Palazzini por haber salvado a numerosos judíos refugiados en el Seminario Romano (del que era vicerrector). En dicha ocasión este alto prelado declaró: «el mérito es enteramente de Pío XII que ordenó hacer todo lo que estuviera a nuestro alcance para salvar a los judíos de la persecución». Las palabras dirigidas por el embajador israelí durante el acto del pasado jueves muestran cómo poco a poco se va abriendo paso una actitud más ponderada y ecuánime de personalidades oficiales del mundo judío y del Estado de Israel en lo tocante al tema Pío XII. Esperemos que el ejemplo cunda y acabe por imponerse la verdad histórica: la de un Vicario –no el de Hochhutz, sino el de Cristo– que hizo por los judíos lo máximo y lo mejor que podía hacer en unas circunstancias gravísimas y excepcionales, aun a costa de arriesgar su prestigio personal. Otro que no fuera Eugenio Pacelli quizás habría lanzado condenas estentóreas, pero cabe preguntarse si ello no hubiera sido una inútil provocación que hubiera sentenciado irremisiblemente también a aquellos a los que, de hecho, se logró salvar, que fueron muchísimos y que deben su vida a la acción prudente pero efectiva de Pío XII.



Ofrecemos nuestra traducción del artículo aparecido en la edición de L’Osservatore Romano correspondiente al 24-25 de junio.





Lo acaba de recordar el embajador de Israel ante la Santa Sede


Pío XII ayudó a los judíos de Roma


Publicamos la intervención del embajador de Israel ante la Santa Sede el pasado 23 de junio en el curso de la ceremonia de entrega de la medalla de” Justo entre las naciones” a la memoria de don Gaetano Piccinini.

por Mordechay Lewy
Embajador de Israel ante la Santa Sede




Me complace haber podido aceptar la invitación a participar eb esta ceremonia en honor de don Gaetano Piccinini, que ayudó a salvar a miembros de la familia Camerini, haciendo lo posible para hacer menos penosa la dura prueba a la que fueron sometidos durante el período de la ocupación.

No me detendré sobre los detalles de la peripecia, sobre los cuales mi colega Livia Link nos acaba de ilustrar. Por lo demás, se hallan presentes los testigos directos, que pueden referir la historia mejor que yo.

Quisiera, en cambio, aludir muy brevemente a un tema ampliamente discutido: la actitud de la Iglesia durante el período de la ocupación nazi de Roma, durante el cual la vida de los judíos de la ciudad corrió un grave peligro y muchos de ellos no regresaron de los campos de exterminio.

Sin don Gaetano Piccinini y otros hombres y mujeres como él, el número de víctimas habría sido mucho más alto.

A don Piccinini le estamos agradecidos no sólo por haber dado asilo a los perseguidos, sino también por haberlo hecho desde el respeto a los orígenes y la identidad de cada uno.

A partir de la redada del ghetto de Roma del 16 ottobre del 1943 y en los días siguientes, monasterios y orfanatos dirigidos por órdenes religiosas abrieron sus puertas a los judíos y tenemos motivos para pensar que ello se llevó a cabo bajo la supervisión de los más altos vértices del Vaticano, que se hallaban informados de estos gestos.

Sería, pues, un error declarar que la Iglesia Católica, el Vaticano o el mismo Papa se opusieron a las acciones emprendidas para salvar a los judíos.

La verdad es más bien lo contrario: prestaron su ayuda cada vez que pudieron. El hecho de que el Vaticano no hubiera logrado detener la partida del tren en dirección al campo de exterminio durante los tres días transcurridos desde la redada, desde el 16 hasta el 18 de octubre, sólo pudo haber aumentado la voluntad, de parte vaticana, de ofrecer sus propios locales como refugio para los judíos.

Los judíos romanos tuvieron una reacción traumática. Ellos veían en la persona del Papa una especie de protector y confiaban que les salvara y evitara lo peor. Pues bien, todos sabemos qué ocurrió, pero debemos también reconocer que el convoy que partió el 18 de octubre de 1943 fue el único que los nazis consiguieron organizar desde Roma hacia Auschwitz.

(©L'Osservatore Romano 24-25 de junio 2011)





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