El cincuentenario de Pío XII está siendo marcado por el recrudecimiento de una auténtica ofensiva de parte judía contra la memoria de este pontífice, al que, sin embargo, la estadista israelí Golda Meir, definió como “un gran servidor de la paz”. A la intemperancia del rabino de Haifa contra Pío XII en el último sínodo de los obispos se han sumado nuevas manifestaciones de personalidades del mundo hebreo sobre el mismo tema. Pero antes de ocuparnos de ellas tenemos que referirnos a un hecho especialmente vergonzoso.
Terrorismo virtual
En el sitio internet Yalla Kadima de partidarios de la canciller israelí Tzipi Livni, que aspira a formar nuevo gobierno en su país, apareció hace poco como ilustración de un artículo precisamente sobre la controversia en torno a Pío XII una fotografía de Benedicto XVI con una esvástica sobrepuesta. La ministro expresó de inmediato en un comunicado su condena por este hecho, afirmando que no representa la posición su partido, el Kadima. Además, dispuso la substitución de la polémica imagen por otra fotografía del Papa Ratzinger sonriente sobre el fondo de la Plaza de San Pedro.
La conducta de la señora Livni ha sido impecable: no se podía ni se debía esperar otra cosa de una persona que se quiere dedicar seria y responsablemente a la política y, lo que es más, que pretende formar gobierno. Lo preocupante es que gente que se presenta en la red bajo el nombre de su partido se sienta con libertad para publicar ataques contra la Iglesia Católica como el que comentamos. Podría pensarse que se trata de jóvenes irresponsables o extremistas como los hay en cualquier agrupación humana, pero lo cierto es que, ¿cómo se les podría censurar cuando ven que una entidad dependiente del Estado de Israel, como es el Yad Vashem, mantiene una inscripción injuriosa sobre Pío XII en su museo, a pesar de las críticas de historiadores judíos y las protestas diplomáticas de los representantes de la Santa Sede? Si no se da buen ejemplo al más alto nivel, no se puede esperar que los demás sean razonables.
Herzog contra Herzog
Vayamos ahora a las últimas manifestaciones en el ámbito judío concernientes a Pío XII. El miércoles 22 de octubre, el ministro de gabinete israelí para Asuntos Sociales y Asuntos de la Diáspora, el laborista Yitzhak Herzog, bajó a la liza para declarar al periódico judío Haaretz: “El intento de volver santo a Pío XII es inaceptable. A lo largo del período del Holocausto el Vaticano sabía muy bien lo que estaba pasando en Europa. Sin embargo, no hay ninguna prueba de paso alguno dado por el Papa como exigía la estatura de la Santa Sede. El intento de volverlo santo es una explotación del olvido y una falta de conciencia. En lugar de actuar de acuerdo con el versículo bíblico “no depondrás contra la sangre de tu prójimo” (Lev. XIX, 16), el Papa guardó silencio, y quizás peor”.
La primera reflexión sobre estas indignantes palabras es que quien habla no es un particular, sino nada menos que un ministro del gobierno israelí, cuyas declaraciones, obviamente tienen una especial trascendencia. No es, desde luego, la mejor vía para cimentar unas relaciones tan delicadas como son las del Estado de Israel con la Santa Sede, que interesan a entrambas partes, máxime cuando el Vaticano ha dado pruebas de su buena voluntad y de una paciencia a toda prueba hasta la saciedad.
En segundo lugar, el ministro Herzog se erige en juez de una cuestión que está en manos de investigadores, historiadores y canonistas, y lo hace sin tener competencia ni título que lo avale como autoridad atendible. Se trata simplemente de un abogado que ha hecho carrera en la política, cosa que debiera haberle retenido antes de emitir dictámenes que no sólo nadie le ha pedido, sino que carecen por completo de seriedad científica. Da por hechas cosas que no se han podido probar hasta el momento y no sólo eso sino que se atreve a sugerir maliciosamente intenciones y acciones siniestras en el ánimo de Pío XII. No puede dejarse caer sobre la fama ajena sospechas terribles sin probar lo que se está queriendo decir. Hablar en este caso en términos de conjetura (“quizás”, “tal vez”, etc.) no sólo no es serio sino que es perverso.
En fin, llama la atención que quien se expresa de esta guisa del papa Pacelli sea precisamente el nieto de alguien que, por el contrario, no sólo lo tuvo en gran concepto, sino que sostuvo sin ambigüedades exactamente lo contrario. En efecto, el deslenguado ministro tuvo por abuelo paterno nada menos que al ilustre Yitzhak HaLevi Herzog (1889-1959), que fuera gran rabino del estado Libre de Irlanda de 1921 a 1936 y gran rabino azkhenazi de Palestina de 1936 hasta su muerte. Pues bien, el rabino Herzog –que ya había mostrado su reconocimiento en 1944 al entonces monseñor Roncalli, delegado apostólico en Estambul, por su labor a favor de los judíos de Rumanía– se dirigió por carta a Pío XII interesándose por la suerte de los niños judíos que fueron protegidos gracias a la acción de la Iglesia Católica. En ella escribió lo siguiente: “el pueblo israelita recuerda vivamente con la más profunda gratitud la ayuda prestada por la Santa Sede al pueblo sufriente durante la persecución nazi”. No sólo eso. Recuerda, además, todo lo que “Vuestra Santidad ha hecho por erradicar el antisemitismo de numerosos países”. No puede haber mayor mentís a lo que su nieto ha dicho recientemente. La misiva concluye con el voto de que “Dios permita que la Historia recuerde que cuando todo era negro para nuestro pueblo, Vuestra Santidad encendió para él una luz de esperanza”. Para el ministro Herzog, sin embargo, la Historia parace haberse vuelto desmemoriada.
La reflexión que cabe hacer sobre esta divergencia de opiniones es que las nuevas generaciones judías deberían prestar más atento oído a sus mayores. Éstos vivieron en carne propia la shoah y fueron víctimas y testigos de primera mano de cuanto aconteció en aquellos trágicos años. ¿Es que su testimonio no vale ya? ¿Quién mejor que ellos pueden saber lo que sucedió y de quién recibieron ayuda efectiva? Hoy, no obstante, parece ser que el interés político importa más que averiguar la verdad. Ahora bien, puestos a elegir entre el testimonio del abuelo y las opiniones de su nieto, la elección cae por su peso: el gran rabino es el contemporáneo de los hechos, escuchó sin duda a las víctimas, puedo sopesar lo que averiguó y qué duda cabe que hubiera hablado sin ambages de haber descubierto sombras en la actuación de Pío XII, sobre todo porque no existía en aquella época ninguna consideración política o diplomática que se lo pudiera estorbar.
¿Conocen ellos algo que no sabemos?
La semana pasada, por su parte, el rabino ortodoxo David Rosen, director del Instituto Heilbrunn para el Entendimiento Interreligioso Internacional y destacado miembro del Comité para el Diálogo Interreligioso Judeo-Católico, después de ser recibido por el Papa, ha informado a la prensa que un miembro de su delegación pidió explícitamente a Benedicto XVI “que no beatifique a Pacelli hasta que no se abran los archivos de su pontificado”, a lo que, siempre según Rosen, el Romano Pontífice habría respondido que “está considerando la hipótesis”. En todo caso, el rabino –que es el primer judío en ser caballero pontificio– puntualizó que “el caso Pío XII no debe obstaculizar un eventual viaje de Benedicto XVI a Tierra Santa, que desea realizar el Pontífice”.
El rabino Rosen suele ser comedido, pero estas frases suyas al final de la audiencia papal indican que se ha dejado llevar por la vorágine anti-pacelliana que se ha desatado de un tiempo a esta parte. Sin llegar a la agresiva rotundidad de Yitzhak Herzog, no logra esconder una cierta hostilidad a la idea de una eventual beatificación de Pío XII. De otro modo, ¿por qué hablar del asunto y continuar echando más leña al fuego siendo así que preside una entidad que busca, por el contrario, el diálogo y el entendimiento? Además, su condición de caballero pontificio debería haberle dictado la delicadeza de guardar silencio, deferencia obligada hacia quien a él le honra y le distingue.
En todo caso, no deja de sorprender el hecho de que una autoridad judía esté mejor informada de las intenciones del Papa con respecto a la beatificación de Eugenio Pacelli no sólo que los reverendos Padres Molinari y Gumpel, respectivamente postulador y relator de la causa de Pío XII, sino incluso que el mismísimo señor arzobispo Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, a quien sin duda las declaraciones periodísticas del rabino Rosen habrán dejado como mínimo perplejo. Cuesta creer que Benedicto XVI, tan delicado con todo el mundo, se confíe a unos visitantes ocasionales –ni siquiera católicos– antes que a sus asesores más cercanos. Sin poner en duda la palabra del caballero pontificio, cabe la posibilidad que haya malinterpretado una frase evasiva del Sumo Pontífice en respuesta al miembro de la delegación judía que tuvo la descortesía de meterse en un asunto interno de la Iglesia Católica que no le concierne.
El rabino Rosen suele ser comedido, pero estas frases suyas al final de la audiencia papal indican que se ha dejado llevar por la vorágine anti-pacelliana que se ha desatado de un tiempo a esta parte. Sin llegar a la agresiva rotundidad de Yitzhak Herzog, no logra esconder una cierta hostilidad a la idea de una eventual beatificación de Pío XII. De otro modo, ¿por qué hablar del asunto y continuar echando más leña al fuego siendo así que preside una entidad que busca, por el contrario, el diálogo y el entendimiento? Además, su condición de caballero pontificio debería haberle dictado la delicadeza de guardar silencio, deferencia obligada hacia quien a él le honra y le distingue.
En todo caso, no deja de sorprender el hecho de que una autoridad judía esté mejor informada de las intenciones del Papa con respecto a la beatificación de Eugenio Pacelli no sólo que los reverendos Padres Molinari y Gumpel, respectivamente postulador y relator de la causa de Pío XII, sino incluso que el mismísimo señor arzobispo Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, a quien sin duda las declaraciones periodísticas del rabino Rosen habrán dejado como mínimo perplejo. Cuesta creer que Benedicto XVI, tan delicado con todo el mundo, se confíe a unos visitantes ocasionales –ni siquiera católicos– antes que a sus asesores más cercanos. Sin poner en duda la palabra del caballero pontificio, cabe la posibilidad que haya malinterpretado una frase evasiva del Sumo Pontífice en respuesta al miembro de la delegación judía que tuvo la descortesía de meterse en un asunto interno de la Iglesia Católica que no le concierne.
Al menos alguien sensato
En todo este problemático contexto, las palabras del presidente del Estado de Israel, Shimon Peres, se imponen como un ejemplo de sensatez y marcan una razonable pauta de conducta a seguir por sus correligionarios: “Si Pío XII ayudó a los judíos debería haber pruebas de ello. Conozco al actual Papa y estoy convencido que irá hasta el fondo de la cuestión y que todos podremos atenernos a las conclusiones a las que llegue, sean cuales fueren”.
2 comentarios:
Yo no creo que las palabras del Papa Benedicto hayan sido las más apropiadas. De todas formas, todo lo que están haciendo estos Judios es un insulto para los católicos. La causa de Pío XII no es un asunto de estado, es un asunto religioso de la Iglesia Católica.
Albert Eisntein, Moshe Sharettt, Jaim Waistman , Nahum Goldman Isaac Herzog, Golda Meier, Jacob Philip Rudin todos ellos altas personalidades judías fueron contemporáneos de los hechos, vivieron en carne propia la shoah y fueron testigos de lo que sucedió en esos trágicos años¿Existe en la actualidad alguien mejor que ellos para saber lo que aconteció y si los judíos recibieron o no ayuda efectiva por parte de Pío XII?.
Analizemos la reputación y los pergaminos internacionales de los nombrados quienes en época de post guerra opinaron en forma unánime de manera favorable a la actuación de Pío XII y sin ánimo de hacer comparaciones odiosas ¿Se podría decir lo mismo de sus detractores actuales quienes al contradecirlos los dejan en una posición cuando menos desairada? ¿No los estarían descalificando tachándolos de ligeros, crédulos y poco serios?.
Evidentemente la ignorancia es atrevida y el deseo de réditos políticos es grande.
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