5 de diciembre de 2008

Interesante artículo sobre la Leyenda Negra contra Pío XII

Pio XII y la Leyenda Negra

Por: Juan David Velásquez (Sodalicio de Vida Cristiana)

El pasado 9 de octubre la Iglesia Universal recordó el quincuagésimo aniversario de la muerte del querido Siervo de Dios S.S Pio XII.

La figura del papa Pío XII es para muchos una figura controvertida. Para una parte de la opinión es “el Papa que colaboró con los nazis”. Sin embargo, la realidad de los hechos apunta en sentido exactamente contrario, como de hecho fue reconocido por voces indiscutibles en el momento de su muerte ocurrida en las primeras horas del 9 de octubre de 1958.

Cuando Pio XII murió, el mundo entero lloró su tránsito a la casa del Padre, los católicos nos enorgullecíamos de este papa grande y las comunidades hebreas manifestaban abiertamente su aprecio y reconocimiento por haber salvado a muchos judíos de la deportación y de la muerte. El presidente estadounidense Eisenhower –de confesión presbiteriana– declaró: “El mundo ahora es más pobre después de la muerte del Papa Pío XII. Su vida ha estado enteramente dedicada a Dios y a servir a la humanidad”. Golda Meir, ministra israelí de Asuntos Exteriores, dijo: “Lloramos a un gran servidor de la paz que levantó su voz por las víctimas cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo”. El político de izquierda y ex primer ministro francés Mendès-France –de origen judío- afirmó: “Quienquiera que se ha acercado al Papa se ha asombrado por su valor como estadista, cuya acción se extiende sobre uno de los periodos más dramáticos de la historia. No se puede olvidar que en el ardor de su fe, la adhesión a la paz fue uno de los constantes valores de su pontificado”. El rabino jefe de Londres, doctor Brodie, en un mensaje enviado al arzobispo de Westminster, escribió: “Nosotros miembros de la comunidad judía, tenemos razones particulares para dolernos de la muerte de una personalidad que, en cualquier circunstancia, ha demostrado valiente y concreta preocupación por las víctimas de los sufrimientos de la persecución”. El mariscal Bernard Law Montgomery –protestante convencido- declaró al diario Sunday Times: “Siento un inmenso respeto y admiración por Pio XII. Era un hombre sencillo y amigable que irradiaba amor y caridad.” Incluso el liberal gobernador del Estado de Nueva York, Haverell Harriman, afirmó: “Como ningún otro hombre de nuestro tiempo y como pocos hombres en la historia, ha sabido asumir en la santidad los principios de la humanidad”.

¿Qué pasó para que tan solo unos pocos años después comenzara a circular la leyenda negra de su supuesta pusilanimidad y colaboración con el régimen nazi? Y es que no deja de sorprender que solo cinco años después de su muerte una pieza teatral estrenada en Berlín el 20 de febrero de 1963 haya conseguido trocar la opinión, y así, el que hasta entonces había sido considerado un gran hombre y un gran Papa, se convertía de repente en un personaje oscuro y mezquino al que se acusaba de cinismo, oportunismo y filonazismo, culpable de un silencio y una pasividad cómplices de la Shoah.

Die Stellvertreter (El Vicario), del joven y hasta ese momento desconocido autor protestante alemán Rolf Hochhuth, era una anodina y sencilla obra de ficción que puede ser resumida así: un jesuita, el P. Ricardo Fontana se entera por un S.S, el teniente Kurt Gerstein, que Hitler se dispone a exterminar a los judíos. El religioso recorre Roma con el fin de suplicar al Papa que haga una declaración pública. Pio XII se niega. El P. Fontana se coloca entonces una estrella amarilla en la sotana y se va a morir a un campo de concentración nazi. En la obra también se afirma con desparpajo que muchos Jesuitas eran miembros de las S.S y que Himmler era admirador de la orden. También se afirma que solamente la Iglesia católica sabía lo de los campos de exterminio y a pesar de esto calla y guarda silencio. Se cuenta que los católicos consideraban a Hitler como un salvador, además que Pio XII era abiertamente admirador del Fuhrer. Todo esto en abierta contradicción a lo que podemos comprobar históricamente.

Esta obra que generó mucha polémica, sin embargo, pudo al final dejar en la atmósfera un ambiente e ideas erradas acerca del papel del papa en la cuestión judía durante la dolorosa época de la segunda guerra mundial. Sobre todo quedó sonando el tema del “Silencio de Pio XII” que luego a finales de los años noventa John Cornwell retomará junto con el tema del “filonazismo” de Pacelli en su libro El papa de Hitler, la verdadera historia de Pio XII.

Ante la obra de Hochhuth el cardenal Montini, entonces arzobispo de Milán y luego Papa Pablo VI y quien fuera cercano colaborador de Pio XII escribe una carta al director del periódico londinense The Tablet en la que afirma: “Tal como es presentada por Hochhuth la figura de Pio XII es falsa. Por ejemplo es absolutamente falso que fuera miedoso, ni por temperamento natural, ni por su conciencia de hombre, investido de un poder y de una misión. Asimismo no corresponde a la verdad mantener que Pio XII estuvo guiado por cálculos oportunistas de política intemporal. Sería igualmente calumnioso atribuirle a él y a su pontificado, un motivo de utilidad económica”.

También en contra de la obra El Vicario el 7 de marzo de 1963 el episcopado alemán declaró: “Pio XII cumplió con su tarea de pastor supremo de la Iglesia con un admirable sentido de responsabilidad, en una época en que la segunda guerra mundial y el caos que provocó en muchos pueblos la hizo particularmente grave y tensa. A este Papa la humanidad le debe en medida muy eminente su gratitud por haber levantado la voz contra hechos de una inhumanidad espantosa, sobre todo contra la opresión y el aniquilamiento de hombres y de pueblos que se produjeron durante y después de la guerra. Si la voz de Pio XII no encontró audiencia de los responsables, la culpa no puede recaer sobre él.”

El hecho es que la obra El Vicario cayó como una bomba sobre la reputación de Pío XII no obstante los abundantes y aplastantes testimonios que demostraban que Pío XII, contra lo que se sostenía en el drama de Hochhuth, sí intervino y eficazmente a favor de los perseguidos, de la mejor manera en que las gravísimas circunstancias sin precedentes de la segunda guerra mundial se lo permitieron. Pio XII habló y actuó con claridad y eficacia.

Una muestra de ello la podemos ver en el radiomensaje de Navidad de 1942. En este mensaje es contundente su posición en contra del régimen nazi y a favor de los judíos. Pio XII afirmaba ante el totalitarismo nacionalsocialista: “El ordenamiento jurídico tiene, además, el alto y difícil fin de asegurar las armónicas relaciones ya entre los individuos, ya entre las sociedades, ya también dentro de éstas. A lo cual se llegará si los legisladores se abstienen de seguir aquellas peligrosas teorías y prácticas, dañosas para la comunidad y para su cohesión, que tienen su origen y difusión en una serie de postulados erróneos. Entre éstos hay que contar el positivismo jurídico, que atribuye una engañosa majestad a la promulgación de leyes puramente humanas y abre el camino hacia una funesta separación entre la ley y la moralidad; igualmente, la concepción que reivindica para determinadas naciones, estirpes o clases el instinto jurídico, como último imperativo e inapelable norma; por último, aquellas diversas teorías que, diferentes en sí mismas y procedentes de criterios ideológicamente opuestos, concuerdan, sin embargo, en considerar al Estado o a la clase que lo representa como una entidad absoluta y suprema, exenta de control y de crítica, incluso cuando sus postulados teóricos y prácticos desembocan y tropiezan en la abierta negación de valores esenciales de la conciencia humana y cristiana”.

Y terminaba su discurso de Navidad afirmando: "Este voto la humanidad lo debe a los innumerables desterrados que el huracán de la guerra ha arrancado de su patria y ha dispersado por tierras extrañas; ellos podrían lamentarse con el profeta: «Nuestra heredad ha pasado a manos extrañas; nuestras casas, a poder de desconocidos» (Lam. 5, 2). Este voto la humanidad lo debe a los cientos de millares de personas que, sin culpa propia alguna, a veces sólo por razones de nacionalidad o de raza, se ven destinados a la muerte o a un progresivo aniquilamiento”.

Para entender lo que este radiomensaje significó en la época nos es muy esclarecedor leer lo que los servicios secretos nazis dijeron frente a esta declaración: “Él [el Papa] acusa virtualmente al pueblo alemán de injusticia contra los hebreos y se hace portavoz de los hebreos, criminales de guerra”. “Su discurso es un ataque a todos nuestros principios”. “Habla claramente a favor de los judíos. Está abiertamente acusando a los alemanes de injusticia hacia los judíos y se hace portavoz de los criminales de guerra judíos”.

También para la prensa de la época era muy clara la voz de Pio XII. El 25 de diciembre de 1942 el New York Times decía en su editorial: “La voz de Pio XII es una voz solitaria en el silencio y oscuridad que envuelven a Europa en estas navidades. . . el Papa es el único gobernante que ha quedado en el continente europeo que se atreve a alzar su voz”.

Paradójicamente este mismo periódico en su editorial del 18 de marzo de 1998 escribe: “Es necesaria una cuidadosa investigación sobre la conducta del Papa. . . Ahora le toca a Juan Pablo II y sus sucesores dar el próximo paso, reconociendo abiertamente que el Vaticano no se opuso firmemente al mal que se abatió sobre Europa”.

Por otro lado, en los juicios de Nuremberg (donde fueron juzgados los principales criminales nazis), el 27 de marzo de 1946, Joachim Von Ribbentrop, el ex canciller del Reich, declaró: “Habíamos recibido protestas del Vaticano. Teníamos cajones llenos de protestas del Vaticano”. Y cuando se le reprochó no haber contestado nunca a ellas, no haber acusado siquiera recibo de ellas, contestó: “El Führer había adoptado una posición tal en lo que respecta a los asuntos del Vaticano, que las protestas ni siquiera llegaban a mi”.

Otro dato –entre los innumerables que podríamos citar– que nos habla de la eficaz labor del Pontífice nos lo da el teólogo y diplomático judío Pinchas Lapide, cónsul israelí en Milán entre 1956 y 1958 y director del servicio de prensa del gobierno israelí. Lapide calculó que unos 850.000 judíos fueron salvados gracias a Pío XII, directa e indirectamente. Viniendo de quien viene, el argumento no puede ser más fiable.

El periodista Antonio Gasparri en su obra Pio XII, los judíos y la leyenda negra se pregunta “¿Cuál de los dos puntos de vista es el más cercano a la realidad? ¿Pio XII fue un héroe o un pusilánime?” y responde “Uno de los métodos para distinguir la calumnia de la verdad es ir a las fuentes originales, es decir, reconstruir a través de los documentos auténticos y los testimonios directos la acción del Papa”. En 1964 el papa Pablo VI autorizó la publicación de los documentos de la Santa Sede relativos a la segunda guerra mundial. Todo este material fue analizado, ordenado y recogido por cuatro padres jesuitas que se encargaron de su publicación. Con el título de Actes et documents du Saint-Siège relatifs à la Seconde Guerre Mondiale los padres Burkhart Schneider, Angelo Martini, Robert A. Graham y Pierre Blet nos dan una extraordinaria investigación (desconocida por muchos) en la que con claridad irrebatible se evidencia la ardua y heroica labor que la Santa Sede llevo a cabo durante la etapa previa a la guerra, tratando de impedirla, y luego ayudando a los perseguidos por el régimen nazi, entre ellos a miles de judíos.

En la eucaristía celebrada en la basílica de San Pedro por el 50º. Aniversario de la muerte de Pio XII, Su Santidad Benedicto XVI recordó durante la homilía que durante la guerra, el Papa Pacelli llevó adelante “una intensa obra de caridad que promovió en defensa de los perseguidos, sin distinción de religión, de etnia, de nacionalidad de pertenencia política”. El papa Pio XII, nos recordó el papa Benedicto XVI, se sometió voluntariamente a “privaciones en cuanto a comida, calefacción, vestidos, comodidades” para “compartir la condición de la gente duramente probada por los bombardeos y por las consecuencias de la guerra”. Finalmente declaró Benedicto XVI que Pio XII “actuó a menudo de forma secreta y silenciosa precisamente porque, a la luz de las situaciones concretas de aquel momento complejo histórico, intuía que sólo de esta forma podía evitarse o peor y salvar al mayor número posible de hebreos”.

También algunos años antes, con ocasión del 50º. Aniversario del comienzo de la segunda guerra mundial, el papa Juan Pablo II refiriéndose a su predecesor Pio XII afirmó: “El Papa Pío XII, desde su comienzo, el 2 de marzo de 1939, lanzó un llamamiento a la paz, que todos consideraban seriamente amenazada. Algunos días antes de desencadenarse las hostilidades, el 24 de agosto de 1939, el mismo Papa pronunció unas palabras premonitorias cuyo eco resuena todavía: «He aquí que vuelve a sonar una vez más una grave hora para la gran familia humana (...). El peligro es inminente, pero todavía hay tiempo. Nada se pierde con la paz. Todo puede perderse con la guerra». Por desgracia, la advertencia de este gran Pontífice no fue escuchada absolutamente y llegó el desastre. La Santa Sede, no habiendo podido contribuir a evitar la guerra, intentó —en la medida de sus posibilidades— limitar su extensión. El Papa y sus colaboradores trabajaron en ello sin descanso, tanto a nivel diplomático como en el campo humanitario, evitando tomar partido en el conflicto que oponía a pueblos de ideologías y religiones diferentes. En este cometido, su preocupación fue también la de no agravar la situación y no comprometer la seguridad de las poblaciones sometidas a pruebas poco comunes. Escuchemos una vez más a Pío XII cuando, a propósito de lo que sucedía en Polonia, declaró: «Tendríamos que pronunciar palabras de fuego contra tales hechos y lo único que nos lo impide es saber que, si habláramos, haríamos todavía más difícil la situación de esos desdichados»”.

Como católicos y como hombres que sirven a la verdad no podemos dejar pasar estos momentos para defender la memoria de Pio XII. No podemos ingenuamente dejar pasar de largo la leyenda negra que ha querido manchar la memoria del Papa Pacelli, quizá el papa que más manifestaciones de afecto y de gratitud recibió por parte de las autoridades y los representantes de la comunidad judía, e indudablemente uno de los grandes papas que, con su testimonio y santidad, guió a la nave de la Iglesia y orientó a la humanidad entera durante una de las épocas más difíciles del convulsionado siglo XX.



Artículo publicado en el número de noviembre 2008 de El Informador,
revista oficial de la Arquidiócesis de Medellín (Colombia)







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