El pasado lunes 6 de octubre, el rabino en jefe de Haifa, el azhkenazi Shear-Yashuv Cohen, efectuó unas desafortunadas declaraciones sobre la figura de Pío XII en el curso de una entrevista concedida a la agencia Reuters, horas antes de su intervención ante el Sínodo de los Obispos, al que fue invitado por expreso deseo del papa Benedicto XVI.
He aquí los párrafos polémicos:
“Puede que él [Pío XII] haya ayudado en secreto a muchas de las víctimas y a muchos de los refugiados, pero la cuestión es si debió haber alzado su voz y si ello hubiera sido de ayuda o no. Nosotros, las víctimas, sentimos que sí. No estoy autorizado por las familias de los millones de muertos para decir; olvidamos y perdonamos”.
“Creemos que el difunto papa debió haber hablado mucho más fuerte de lo que lo hizo. No debería ser beatificado o tomado como modelo quien no levantó la voz, aunque de manera secreta intentara ayudarnos. Queda el hecho de que no habló, tal vez porque tuviera miedo o por otros motivos. Pero la realidad es que no podemos olvidarlo”.
“No sabía que [las conmemoraciones del aniversario] iban a tener lugar durante el mismo evento [el Sínodo]; si lo hubiera sabido me hubiera abstenido de venir, pues el dolor todavía está presente”.
“Debo dejar bien claro que nosotros, los rabinos, los líderes del pueblo judío, en tanto que los sobrevivientes sufran, no podemos estar de acuerdo en que este líder de la Iglesia de tiempos de la guerra sea honrado ahora. No es una decisión que nos concierna, pero nos duele y lamentamos que se lleve a cabo”.
Vaya por delante que el rabino de Haifa es muy libre de pensar y decir lo que le venga a las mientes y lo que le dicte su real saber y entender. Ahora bien, no ha estado acertado en absoluto.
Primero, porque era un invitado del Papa y no se puede ser majadero con el propio anfitrión, sacando a relucir públicamente cuestiones sobre las que se sabe que se va a armar revuelo. Si no se tiene nada bueno que decir sobre algo que toca de cerca a quien a uno le recibe más vale callarse.
Segundo, porque la beatificación y canonización de los siervos de Dios es un asunto interno y privativo de la Iglesia Católica en la que ninguna autoridad extraña tiene por qué entrometerse. A ningún obispo católico se le ocurriría, por ejemplo, decirle al rabino cómo tiene que observar el sábado.
Tercero, porque no puede uno arrogarse la representatividad de una colectividad si no hay unanimidad moral para ello y no es el caso, ya que existen muchos rabinos (más de los que se piensan) que tienen de Pío XII una opinión muy diferente de la de su colega de Haifa. Lo mismo dígase de organizaciones judías (el simposio de la Pave the Way Foundation del mes pasado es un recentísimo ejemplo). Y ello por no hablar de las muchísimas víctimas (especialmente las beneficiadas por la acción positiva y eficaz del papa Pacelli) que guardan de él un agradecido recuerdo. Así que lo mejor hubiera sido que el rabino Cohen aclarara que hablaba a título personal .
Cuarto, en fin, porque antes de aceptar una invitación uno se informa sobre todos los pormenores que implica. Que venga el rabino ahora a decir que no sabía que se conmemoraban los cincuenta años de la muerte de Pío XII por las mismas fechas del sínodo porque, de lo contrario, no hubiera acudido a él, denota inepcia y deja en mal papel a la Sinagoga de Roma, ya que una de dos: o ignoró completamente al rabino local o éste no le informó adecuadamente.
He aquí los párrafos polémicos:
“Puede que él [Pío XII] haya ayudado en secreto a muchas de las víctimas y a muchos de los refugiados, pero la cuestión es si debió haber alzado su voz y si ello hubiera sido de ayuda o no. Nosotros, las víctimas, sentimos que sí. No estoy autorizado por las familias de los millones de muertos para decir; olvidamos y perdonamos”.
“Creemos que el difunto papa debió haber hablado mucho más fuerte de lo que lo hizo. No debería ser beatificado o tomado como modelo quien no levantó la voz, aunque de manera secreta intentara ayudarnos. Queda el hecho de que no habló, tal vez porque tuviera miedo o por otros motivos. Pero la realidad es que no podemos olvidarlo”.
“No sabía que [las conmemoraciones del aniversario] iban a tener lugar durante el mismo evento [el Sínodo]; si lo hubiera sabido me hubiera abstenido de venir, pues el dolor todavía está presente”.
“Debo dejar bien claro que nosotros, los rabinos, los líderes del pueblo judío, en tanto que los sobrevivientes sufran, no podemos estar de acuerdo en que este líder de la Iglesia de tiempos de la guerra sea honrado ahora. No es una decisión que nos concierna, pero nos duele y lamentamos que se lleve a cabo”.
Vaya por delante que el rabino de Haifa es muy libre de pensar y decir lo que le venga a las mientes y lo que le dicte su real saber y entender. Ahora bien, no ha estado acertado en absoluto.
Primero, porque era un invitado del Papa y no se puede ser majadero con el propio anfitrión, sacando a relucir públicamente cuestiones sobre las que se sabe que se va a armar revuelo. Si no se tiene nada bueno que decir sobre algo que toca de cerca a quien a uno le recibe más vale callarse.
Segundo, porque la beatificación y canonización de los siervos de Dios es un asunto interno y privativo de la Iglesia Católica en la que ninguna autoridad extraña tiene por qué entrometerse. A ningún obispo católico se le ocurriría, por ejemplo, decirle al rabino cómo tiene que observar el sábado.
Tercero, porque no puede uno arrogarse la representatividad de una colectividad si no hay unanimidad moral para ello y no es el caso, ya que existen muchos rabinos (más de los que se piensan) que tienen de Pío XII una opinión muy diferente de la de su colega de Haifa. Lo mismo dígase de organizaciones judías (el simposio de la Pave the Way Foundation del mes pasado es un recentísimo ejemplo). Y ello por no hablar de las muchísimas víctimas (especialmente las beneficiadas por la acción positiva y eficaz del papa Pacelli) que guardan de él un agradecido recuerdo. Así que lo mejor hubiera sido que el rabino Cohen aclarara que hablaba a título personal .
Cuarto, en fin, porque antes de aceptar una invitación uno se informa sobre todos los pormenores que implica. Que venga el rabino ahora a decir que no sabía que se conmemoraban los cincuenta años de la muerte de Pío XII por las mismas fechas del sínodo porque, de lo contrario, no hubiera acudido a él, denota inepcia y deja en mal papel a la Sinagoga de Roma, ya que una de dos: o ignoró completamente al rabino local o éste no le informó adecuadamente.
Episodios lamentables como el que nos ocupa ponen de manifiesto la necesidad de que la Secretaría de Estado vaticana sea más vigilante a la hora de asesorar al Santo Padre sobre las personas con las que trata. Está bien que se quiera tener gestos de buena voluntad hacia los hermanos mayores judíos para propiciar una futura visita de Benedicto XVI a Israel, viaje del cual se espera que contribuya a normalizar definitivamente las relaciones del Catolicismo con el mundo hebreo, pero no a costa del honor de otro Romano Pontífice. No es admisible que a la diplomacia mejor informada y con más experiencia del mundo -para decirlo en términos coloquiales- se le cuele un gol como el que le ha marcado el rabino de Haifa.
Además, si no la reciprocidad en los gestos al menos se tiene derecho a esperar el respeto. A comienzos de este año, por ejemplo, el Papa tuvo la delicadeza de cambiar, por su autoridad suprema, el tenor de la oración solemne de Viernes Santo pro conversione Iudaeorum (juzgada ofensiva por algunos) en el Misal del beato Juan XXIII. Esta vez se había invitado al rabino de Haifa a asistir al Sínodo de los Obispos, no ya sólo como observador, sino además como orador, cosa sin precedentes en este tipo de reuniones. Arremeter contra Pío XII no es la reacción que cabía esperar a esta mano tendida, que ha sido con ello ingratamente escupida (para decirlo de una manera gráfica).
Menos mal que el cardenal secretario de Estado Bertone respondió rápidamente a la provocación mediante un artículo en L'Osservatore Romano, pero por mucho que se publiquen documentos y pruebas a favor de Pío XII ello no cuenta para los que, como el rabino Cohen, ya han sentenciado a Eugenio Pacelli, mucho antes de que los historiadores y los canonistas emitan sus pareceres.
En todo este asunto el que mejor ha reaccionado, demostrando una vez más su gran señorío, es sin duda el Papa, que expuso en su homilía de la misa del 9 de octubre (reproducida en la entreda anterior) la mejor defensa que su antecesor podía tener y en la que resonaron nuevamente, como el mentís más autorizado al rabino, las palabras que dedicó Golda Meir a Pío XII al conocer su muerte: "Cuando el martirio más espantoso golpeó a nuestro pueblo, durante los diez años de terror nazi, la voz del Pontífice se elevó en favor de las víctimas. Nosotros lloramos la pérdida de un gran servidor de la paz".
2 comentarios:
El Vaticano y el Papa han actuado incorrectamente al permitirle a este tipo llegar al Vaticano a insultar a los católicos de esta manera, en su propia casa. Toda la alaraca que el Vaticano ha hecho alrededor de Pío XII pasará a la historia como una de las acciones más anticristianas. No puede haber interferencia de política en un acto interno de la Iglesia Católica. Esto es muestra que el papel de jefe de Estado del Papa y su rol de Jefe Supremo de la Iglesia Católica es negativo para la fe católica.
Haya sido correcta o incorrecta la intervención del rabino por el hecho de haberla realizado siendo invitado al evento, yo estoy de acuerdo en que es una atrocidad el que se quiera beatificar al Papa Pío XII por las razones que explica el rabino, es un insulto no solo contra la comunidad judía sino contra la humanidad en su totalida, pues es de más sabido que dicho Papa calló y así contribuyó con la masacre de millones de seres humanos. Por otra parte, no me sorprende que el Vaticano tome esta decisión de beatificar a una persona así, sobre todo después de restituirle la comunión al negacionista Williamson. Me da vergüenza que la iglesia en la que nací por azar y a la que decido no afiliarme lo tenga como autoridad no solo política sino espiritual máxima. Desde el instante en que fue nombrado Papa no ha dejado de mostrar su oscurantismo y en unos cuantos días tiró a la basura el acercamiento que tanto peregrinaje le costó a Juan Pablo II, quien sí fue ejemplo digno.
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