por Pío XII en compañía de Elisabetta Pacelli Rossignani (1957)
La verdad acerca del papa Pío XII
Por Sor Margherita Marchione. Ph. D.
El papa Pío XII no fue un colaborador con los alemanes ni mucho menos pro-nazi. Tampoco permaneció pasivo o silencioso. Como miembro de la Iglesia Católica me molestan las descaradas acusaciones contra la diplomacia del Papa y de la Iglesia durante la Segunda Guerra Mundial. Y no es sólo un periodismo indecente, sino también una injusticia hacia un hombre que salvó más judíos que cualquier otra persona, incluso que Oscar Schindler y Raoul Wallenberg. Desgraciadamente, hasta en el nuevo Museo del Holocausto de Battery Park en Nueva York el Papa es inicuamente criticado. Y sin embargo es históricamente inadecuado imputarlo con el cargo de “silencio”.
¿Es que los medios de comunicación van a seguir perpetuando semejantes falsedades? Los documentos prueban que estas distorsiones no son verdad. Pío XII habló hasta la medida de lo posible y puso así hacer más con las acciones que con las palabras. Al final, se convenció de que si hubiera denunciado a Hitler públicamente, se hubieran producido represalias. Y las hubo. Cada vez que se elevaron protestas el trato a los prisioneros empeoró inmediatamente. Robert Kempner, el consejero en jefe por los Estados Unidos en el Tribunal de Nüremberg que juzgó crímenes de guerra, escribió: “Todos los argumentos y escritos usados por la Iglesia Católica contra Hitler al final fueron suicidas, pues provocaron que a la ejecución de judíos siguiera la de sacerdotes católicos”.
Pío XII –a través de sus alocuciones públicas, sus llamados a los gobiernos y su diplomacia secreta– se comprometió más que cualquier otra persona en el esfuerzo de detener la guerra y reconstruir la paz. Los documentos muestran cómo Pío XII estuvo en contacto con los generales alemanes que querían derrocar a Hitler. También muestran cómo la comunidad judía recibió una ayuda incalculable: los fondos personales de Pío XII sirvieron para rescatar a judíos perseguidos por los nazis. Los representantes del Papa en Croacia, Hungría y Rumanía intervinieron para acabar con las deportaciones. El Papa, en un intento de última hora por evitar el baño de sangre, había propuesto en 1939 una conferencia para preservar la paz que reuniera a Italia, Francia, Gran Bretaña, Alemania y Polonia.
Un interesante documento lo constituye el testimonio de Albert Einstein, el cual, desencantado del silencio de las universidades y los editores de periódicos, declaró a la revista Time (23 de diciembre de 1940): “Sólo la Iglesia se ha mantenido como es debido, interponiéndose en el camino de la campaña de Hitler para suprimir la verdad… La Iglesia sola ha tenido el coraje y la perseverancia de erigirse a favor de la verdad intelectual y la libertad moral”. Y, en efecto, siguiendo las directivas del papa Pío XII, religiosos y religiosas abrieron sus puertas para salvar a los judíos.
Nunca estuvieron los judíos y el Vaticano tan cerca como durante la Segunda Guerra Mundial. El Vaticano era el único lugar en el continente donde aquéllos tenían amigos. La respuesta del papa Pío XII a la apremiante situación de los judíos fue la de salvar el mayor número posible. Poco se ha hecho, sin embargo, para desbaratar las críticas contra Pío XII que comenzaron en 1963, cuando Rolf Hochhuth lo caracterizó como un colaborador de los nazis en su pieza teatral El Vicario. En contraste con la imagen sugerida por esta obra, los documentos vaticanos indican que la Iglesia puso en acción un mecanismo encubierto gracias al cual más de 800.000 judíos se libraron del Holocausto. Después de un cuidadoso estudio de los documentos disponibles, cualquiera que esté interesado en la verdad no puede persistir honestamente en condenar las acciones ni las palabras del papa Pío XII y de la Iglesia Católica durante este trágico período.
Una honrada valoración de las palabras y acciones de Pío XII no puede por menos de exonerarlo de falsas acusaciones y mostrar que ha sido injustamente calumniado. El Papa no favoreció ni fue favorecido por los nazis. El día después de su elección, el 3 de marzo de 1939, el periódico nazi Berliner Morgenpost manifestó claramente su postura: “La elección del cardenal Pacelli no es bienvenida en Alemania porque él siempre se ha opuesto al nazismo”.
El editorial del New York Times del 25 de diciembre de 1942 fue explícito: “La voz de Pío XII es una voz solitaria en medio del silencio y de la obscuridad que envuelven a Europa en estas Navidades. Es prácticamente el único gobernante que queda en Europa que se atreve a alzar su voz”. El mensaje papal de Navidad fue también objeto de interpretación en un informe de la Gestapo: “de un modo sin precedentes […] el Papa ha repudiado en Nuevo Orden Europeo Nacionalsocialista [nazismo]. Es verdad que el Papa no se refiere directamente a los Nacionalsocialistas en Alemania por su nombre, pero su discurso es un amplio ataque a todo aquello que propugnamos […]. Es claro que aquí está hablando a favor de los judíos”. Quizás el resto del mundo debería interpretar las palabras del Papa por lo que ellas querían decir y, sin duda, en el sentido en que correctamente las entendieron los nazis, o sea: que el papa Pío XII se opuso siempre al nazismo.
La comunidad judía agradeció públicamente la sagacidad de la diplomacia del papa Pío XII. En septiembre de 1945 el Dr. Joseph Nathan –en representación de la Comisión Hebrea– declaró: “Agradecemos, sobre todo, al Sumo Pontífice y a los religiosos y religiosas que, cumpliendo las órdenes del Santo Padre, reconocieron a los perseguidos como sus hermanos y, con gran abnegación, se apresuraron a socorrerlos, despreciando los terribles peligros a que ello los exponía”. En 1958, a la muerte de Pío XII, Golda Meir envió un elocuente mensaje de condolencias: “Compartimos el dolor de la Humanidad […]. Cuando sobrevino sobre nuestro pueblo el terrible martirio, la voz del Papa se alzó a favor de las víctimas. La vida de nuestros tiempos se enriqueció con una voz que hablaba de grandes verdades morales por sobre el tumulto del conflicto diario. Lloramos a un gran servidor de la paz”.
SOBRE LA IGLESIA Y EL HOLOCAUSTO
Algunos extractos de libros y prensa
que se han ocupado de esta material
1. El más importante estudioso judío de Hungría, Jeno Levai, insistió hace algunos años en que es una “especialmente lamentable ironía que la persona, entre todas las de la Europa ocupada, que hizo más que ninguna otra para detener el espantoso crimen y aliviar sus consecuencias es hoy el chivo expiatorio de los fallos de los demás”. En un libro suyo Levai no duda en sostener que los ataques al historial de guerra del Papa son “manifiestamente maliciosos y fruto de la maquinación […]. Los Archivos del Vaticano, los de las autoridades diocesanas y los del Ministerio de Exteriores de Ribbentropp contienen toda una serie de protestas directas e indirectas, diplomáticas y públicas, secretas y abiertas. Los nuncios y los obispos de la Iglesia Católica intervinieron una y otra vez bajo las instrucciones del Papa”. Sus intervenciones fueron tan infructuosas como las exigencias y amenazas de los gobiernos británico y norteamericano. Además, la precariedad de la situación se intensificó a menudo por el hecho de que tales protestas podían aumentar el mortal peligro que corrían los propios judíos y sus protectores (Hungarian Jews and the Papacy).
2. El diplomático y publicista israelí Pinchas Lapide concluyó su cuidadosa revisión de las actividades de Pío XII durante la guerra con las siguientes palabras: “La Iglesia Católica bajo el pontificado de Pío XII desempeñó un papel decisivo en la salvación de tantas vidas como las de 860.000 judíos de una muerte segura a manos de los nazis”. Y añadió: “cifra que supera de lejos las de los salvados por otras iglesias y organizaciones de auxilio juntas”. Tras referir declaraciones de gratitud de una gran variedad de eminentes portavoces judíos, observó: “Ningún papa en la Historia ha recibido más expresiones cordiales de agradecimiento […]. Muchos han propuesto en cartas abiertas que debería plantarse un bosque de 860.000 árboles en las colinas de Judea para honrar como es debido la memoria del pontífice difunto” (Three Popes and the Jews). Lapide reconoció en su libro que la Iglesia “a través de una interminable serie de sermones, alocuciones, cartas pastorales y encíclicas, fue una clara e implacable enemiga de todas las formas del racismo de aquel tiempo, y todo el mundo lo supo: judíos, polacos, rusos y, más inquietantemente, la policía secreta nazi”. Sus archivos mencionan al recalcitrante clero católico más que a ningún otro grupo.
3. El que fuera rabino jefe de Roma durante la ocupación alemana, Israel Zolli, concluía su informe de primera mano sobre los acontecimientos de la época bélica de esta manera: “Se podrían escribir volúmenes acerca de las obras de toda clase de Pío XII y de los incontables sacerdotes, religiosos y seglares que se irguieron con él en todo el mundo durante la guerra”. “Ningún héroe –escribió– en toda la Historia fue más militante ni combativo, ninguna otra persona más heroica que Pío XII en procurar las obras de verdadera caridad […] y esto a favor de todos los hijos de Dios sufrientes”. Zolli se conmovió tanto por la obra de Pío XII que se acabó de decidirse a hacerse católico al acabar la guerra, tomando el nombre de pila del Papa (Before the Dawn).
4. En sus editoriales de Navidad de 1941 y 1942, el New York Times elogió a Pío XII por su liderazgo moral como una “voz solitaria que clama en medio del silencio de un continente”, denunciando, entre otras cosas, “la violenta ocupación de territorios y el exilio y persecución de seres humanos por no otra razón que la de la raza”. Ninguna otra institución produjo tantos héroes durante el Holocausto como la Igleisa: sacerdotes, monjas y laicos italianos, eslovacos, franceses, húngaros, etc., que arriesgaron y frecuentemente dieron sus vidas por el bien de los judíos perseguidos. Esto también merece recuerdo y respeto.
5. Golda Meir, por entonces representante de Israel ante las Naciones Unidas, fue la primera de los delegados en reaccionar a la noticia de la muerte del papa Pío XII: “Compartimos el dolor de la Humanidad por el fallecimiento de Su Santidad el papa Pío XII. En una generación afligida por guerras y discordias mantuvo los más altos ideales de paz y compasión. Cuando un terrible martirio sobrevino a nuestro pueblo en la década del terror nazi, la voz del Papa se alzó por las víctimas. La vida de nuestros tiempos se enriqueció por una voz que habló de las grandes virtudes morales por encima del tumulto del conflicto cotidiano. Lloramos a un gran servidor de la paz”.
6. Leonard Bernstein, al conocer la muerte de Pío XII mientras dirigía su orquesta el auditorio del Carnegie Hall en Nueva York, golpeó con su batuta pidiendo un minuto de silencio como homenaje al Papa que había salvado las vidas de tanta gente sin distinción de raza, nacionalidad o religión.
7. El gran físico Albert Einstein, que apenas pudo él mismo escapar a la aniquilación a manos de los nazis, planteó muy bien la cuestión en 1940 cuando dijo: “Siendo yo un amante de la libertad, cuando estalló la revolución nazi en Alemania, volví la mirada a las universidades por ver si la defendían, pero las universidades fueron inmediatamente silenciadas. Entonces me volví hacia los grandes editores de periódicos, pero, como en el caso de las universidades, fueron también silenciados en el corto curso de unas semanas. Miré en dirección de los escritores y también permanecían callados. Sólo la Iglesia se ha mantenido como es debido, interponiéndose en el camino de la campaña de Hitler para suprimir la verdad […] Nunca antes había tenido un especial interés en la Iglesia, pero ahora me inspira un gran afecto y admiración […] y debo confesar que lo que una vez desprecié ahora no puedo sino alabarlo sin reservas”.
2. El diplomático y publicista israelí Pinchas Lapide concluyó su cuidadosa revisión de las actividades de Pío XII durante la guerra con las siguientes palabras: “La Iglesia Católica bajo el pontificado de Pío XII desempeñó un papel decisivo en la salvación de tantas vidas como las de 860.000 judíos de una muerte segura a manos de los nazis”. Y añadió: “cifra que supera de lejos las de los salvados por otras iglesias y organizaciones de auxilio juntas”. Tras referir declaraciones de gratitud de una gran variedad de eminentes portavoces judíos, observó: “Ningún papa en la Historia ha recibido más expresiones cordiales de agradecimiento […]. Muchos han propuesto en cartas abiertas que debería plantarse un bosque de 860.000 árboles en las colinas de Judea para honrar como es debido la memoria del pontífice difunto” (Three Popes and the Jews). Lapide reconoció en su libro que la Iglesia “a través de una interminable serie de sermones, alocuciones, cartas pastorales y encíclicas, fue una clara e implacable enemiga de todas las formas del racismo de aquel tiempo, y todo el mundo lo supo: judíos, polacos, rusos y, más inquietantemente, la policía secreta nazi”. Sus archivos mencionan al recalcitrante clero católico más que a ningún otro grupo.
3. El que fuera rabino jefe de Roma durante la ocupación alemana, Israel Zolli, concluía su informe de primera mano sobre los acontecimientos de la época bélica de esta manera: “Se podrían escribir volúmenes acerca de las obras de toda clase de Pío XII y de los incontables sacerdotes, religiosos y seglares que se irguieron con él en todo el mundo durante la guerra”. “Ningún héroe –escribió– en toda la Historia fue más militante ni combativo, ninguna otra persona más heroica que Pío XII en procurar las obras de verdadera caridad […] y esto a favor de todos los hijos de Dios sufrientes”. Zolli se conmovió tanto por la obra de Pío XII que se acabó de decidirse a hacerse católico al acabar la guerra, tomando el nombre de pila del Papa (Before the Dawn).
4. En sus editoriales de Navidad de 1941 y 1942, el New York Times elogió a Pío XII por su liderazgo moral como una “voz solitaria que clama en medio del silencio de un continente”, denunciando, entre otras cosas, “la violenta ocupación de territorios y el exilio y persecución de seres humanos por no otra razón que la de la raza”. Ninguna otra institución produjo tantos héroes durante el Holocausto como la Igleisa: sacerdotes, monjas y laicos italianos, eslovacos, franceses, húngaros, etc., que arriesgaron y frecuentemente dieron sus vidas por el bien de los judíos perseguidos. Esto también merece recuerdo y respeto.
5. Golda Meir, por entonces representante de Israel ante las Naciones Unidas, fue la primera de los delegados en reaccionar a la noticia de la muerte del papa Pío XII: “Compartimos el dolor de la Humanidad por el fallecimiento de Su Santidad el papa Pío XII. En una generación afligida por guerras y discordias mantuvo los más altos ideales de paz y compasión. Cuando un terrible martirio sobrevino a nuestro pueblo en la década del terror nazi, la voz del Papa se alzó por las víctimas. La vida de nuestros tiempos se enriqueció por una voz que habló de las grandes virtudes morales por encima del tumulto del conflicto cotidiano. Lloramos a un gran servidor de la paz”.
6. Leonard Bernstein, al conocer la muerte de Pío XII mientras dirigía su orquesta el auditorio del Carnegie Hall en Nueva York, golpeó con su batuta pidiendo un minuto de silencio como homenaje al Papa que había salvado las vidas de tanta gente sin distinción de raza, nacionalidad o religión.
7. El gran físico Albert Einstein, que apenas pudo él mismo escapar a la aniquilación a manos de los nazis, planteó muy bien la cuestión en 1940 cuando dijo: “Siendo yo un amante de la libertad, cuando estalló la revolución nazi en Alemania, volví la mirada a las universidades por ver si la defendían, pero las universidades fueron inmediatamente silenciadas. Entonces me volví hacia los grandes editores de periódicos, pero, como en el caso de las universidades, fueron también silenciados en el corto curso de unas semanas. Miré en dirección de los escritores y también permanecían callados. Sólo la Iglesia se ha mantenido como es debido, interponiéndose en el camino de la campaña de Hitler para suprimir la verdad […] Nunca antes había tenido un especial interés en la Iglesia, pero ahora me inspira un gran afecto y admiración […] y debo confesar que lo que una vez desprecié ahora no puedo sino alabarlo sin reservas”.
2 comentarios:
Me es grato y me llena de gozo leer continuamente los documentos de Sr.Margherita Marchione, los cuales constituyen la verdadera defensa de la Palabra, hecha voz desde Pío XII.
Me sería de mucha ayuda me enviasen un correo en donde dirigirme para pedirle autorización para usar citas de sus documentos, ya que estoy realizanzo una tesis de grado en el tema. Mi entera gratitud y que Dios nos acompañe. Lic. Valentín Indurain.
con gusto le daremos la información. Por favor, escriba a: sodalitium@pastorangelicus.org. gracias por leernos. Un cordial saludo.
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